"Terminó la COP16 que se celebró en Cancún, México, todos los países, con excepción de Bolivia, acordaron un texto de “consenso” que, no sólo no avanza en soluciones concretas para una crisis planetaria global que se acelera, sino que, empeora los compromisos de los Estados, acaba con el Protocolo de Kyoto y deja el futuro de la humanidad a merced de los intereses de las grandes corporaciones y la lógica del mercado capitalista"
Terminó la Conferencia de los Estados Partes de Naciones Unidas de la Convención Mundial sobre Cambio Climático (COP16) que se celebra anualmente en diferentes sedes. Esta vez, en Cancún, México, todos los países, con la sola excepción de Bolivia, acordaron un texto de “consenso” que, según las expresiones (fragmentos de artículos) de los analistas independientes que se reproducen aquí, no sólo no avanza en soluciones concretas para una crisis planetaria global que se acelera, sino que, por el contrario, empeora los compromisos de los Estados, acaba con el Protocolo de Kyoto y deja el futuro de la humanidad a merced de los intereses de las grandes corporaciones y la lógica del mercado capitalista. La casi unánime irresponsabilidad y ceguera de los gobiernos, permite también entrever que la conciencia y la movilización social por este tema crucial son aún insuficientes. La ideología y el imaginario desarrollista-productivista, sea en su cara neoliberal corporativa o en su rostro “progresista” o estatalista, sigue siendo largamente hegemónico y carece de un imaginario alternativo, un “modelo de felicidad” diferente, posible y creíble, que vaya más allá de las denuncias y resistencias.
COP16: Cancún decepciona a los pueblos del mundo
En la madrugada del 11 de diciembre de 2010 se anunció la existencia de un acuerdo en las negociaciones de la COP16. Sin embargo, este texto no constituye ningún avance: por el contrario, implica la adopción formal del llamado “Acuerdo de Copenhague”, evadiendo por completo la búsqueda de soluciones reales a la crisis climática.
En relación con el proceso, aunque se habla de un rescate del multilateralismo, la aprobación fue lograda a través de negociaciones en grupos pequeños y reuniones informales, que facilitaron la división de los países más pobres, usando mecanismos financieros para convencerlos de cambiar su posición. Este proceso, lejos de ser democrático, reprodujo los esquemas de negociación de la OMC, donde la voluntad de unos pocos se impone sobre las necesidades de la población mundial.
En cuanto a los contenidos del acuerdo, no responden a la urgencia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar los fenómenos climáticos extremos que afectan a la humanidad y ya han causado miles de muertes. Aunque se menciona la adopción de un segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto, no se explicitan fechas ni mecanismos para que ello ocurra y se incluye solamente la adopción de compromisos voluntarios. En consecuencia, las reducciones de gases que se adopten serán definidas por la voluntad de los países y no por una meta común global. En Cancún se demostró que los países del norte no están dispuestos a reducir sustancialmente sus emisiones. El texto incluye la creación de mecanismos de flexibilización y compensación para que los países puedan cumplir con sus compromisos de reducción: esto no es más que la creación de nuevos mecanismos de mercado. Es la extensión de la lógica de la especulación financiera a las soluciones del clima, que hasta ahora sólo ha generado aumento de ganancias y ninguna reducción real de las emisiones.
Alianza Social Continental
www.asc-hsa.org
Una lectura de los resultados de Cancún
El acuerdo no establece compromisos vinculantes, empodera al Banco Mundial -abriendo la posibilidad de mayor privatización, endeudamiento y condicionamientos-, establece fondos insuficientes para responder a los impactos del calentamiento global y sus medidas de adaptación y arriesga a la humanidad a una elevación de la temperatura promedio por encima de los dos grados centígrados. Lejos de avanzar para responder con responsabilidad al cambio climático, se ha entregado abiertamente al “capitalismo salvaje” y sus instituciones la gestión de una crisis de grandes dimensiones que compromete la vida de millones de personas.
El Foro Mundial de Vulnerabilidad lanzó un informe que reporta que en 2010 al menos 350.000 personas han muerto por impacto directo del cambio climático y que en 2030 podríamos estar hablando de 1.000.000 de muertes en el mundo. Ya estamos hablando de un genocidio y no hay término más apropiado que éste, pues esas muertes no son fruto de un castigo que cae del cielo: son fruto de la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera desde principios de la era industrial, que se ha agudizado desde hace unas cuatro décadas y que bajo la Convención y el Protocolo de Kyoto y los reportes científicos del IPCC tiene responsables con nombre y apellido.
Elizabeth Peredo Beltrán
www.cochabamba.org.ar
Organización Mundial de Comercio de Carbono
Por los resultados y la dinámica antidemocrática, Cancún fue una reunión del Convenio de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, de facto convertido en una nueva Organización Mundial de Comercio de Carbono. Los países más contaminantes y sus grandes industrias -los que más han emitido gases de efecto invernadero y lucran enormemente con ellos, devastando el planeta de todos- consiguieron lo que se proponían y más: rompieron cualquier compromiso vinculante de reducir emisiones; no establecieron ninguna meta de reducciones; crearon un fondo climático que será administrado por el Banco Mundial; legalizaron nuevos mecanismos de mercado, incluidas las peores versiones de REDD (eufemísticamente llamado Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques) que abre a una ola planetaria de privatización de bosques y expulsión de comunidades, además de ser un gran aliento a la especulación financiera. También lograron un comité de tecnología a su gusto, que eliminó las referencias a las barreras que constituyen las patentes para el sur y da amplia participación a las trasnacionales y la industria para imponer sus tecnologías. Los derechos indígenas y campesinos, la participación de sociedad civil no comercial, son mencionados decorativamente, sin efecto real.
Si esto fue una negociación ¿qué recibió el sur global por tanta concesión? La respuesta es sorprendente: nada. Sólo promesas vacías, sin valor jurídico, sobre movilizar fondos, reconocer la necesidad de reducir emisiones, abrir procesos, evaluar en futuros igualmente inciertos. Para entender mejor lo que pasó, hay que leer las comunicaciones oficiales al revés: donde dice consenso, léase desacuerdo; donde dice multilateralismo, léase negociaciones secretas entre algunos; donde dice reconocemos la necesidad de reducir las emisiones, léase los países del Norte no volveremos a firmar compromisos vinculantes de reducción; donde dice proteger los bosques, léase privatizarlo; donde dice recuperamos la confianza, léase recuperamos los créditos que pagará el público y aumentamos las indulgencias de carbono; donde dice transferencia de tecnología, léase jamás evitarán el pago de patentes en la tecnología que venderemos al Sur, basada en sus recursos y subsidiada por ellos mismos; donde dice progreso, léase avance de mecanismos de mercado e inyección de optimismo al mercado financiero especulativo.
La lista es larga y falta que donde dice democracia y participación, debe leerse censura y represión, de lo cual varias redes de organizaciones por la justicia ambiental e indígenas presentes en Cancún pueden dar testimonio. Bolivia en cambio, defendió en Cancún con dignidad y valentía los intereses de los pueblos, expresados por más de 35 mil participantes en la Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba. Los movimientos y organizaciones sociales lo saben y rendirse no está en la agenda.
Silvia Ribeiro
www.etcgroup.org
El Protocolo de Kyoto ha muerto
¿Qué significa esto para el Protocolo de Kyoto? Esto significa que al expirar la vigencia de este instrumento legal en 2012, nada lo reemplazará. Es la muerte del Protocolo de Kyoto. Es decir, cualquier reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de los principales países emisores será voluntaria. Eso es algo muy distinto a un acuerdo con compromisos y metas firmes, legalmente obligatorio.
Sin la potestad de la ley internacional, las promesas son palabras al viento. El Protocolo de Kyoto tenía muchos defectos. Entre otros, sus engañosos mecanismos de desarrollo limpio y la consagración del mercado de bonos de carbono, pero tenía un principio fundamental: los compromisos para reducir emisiones eran obligaciones legales sometidas al poder vinculante de la ley. Esto es lo que había que haber rescatado y desarrollado. Y, por supuesto, este acuerdo tendría que haber conservado también el principio básico de la responsabilidad diferenciada entre países según su grado de desarrollo y su contribución a la acumulación de GEI.
Alejandro Nadal
www.nadal.com.mx
La celebración resignada de lo posible
No hay unanimidad sobre la evaluación del Acuerdo de Cancún. Desde una perspectiva estrictamente climática, el acuerdo es un rotundo fracaso pues no logra avanzar un ápice respecto de la situación previa. No se adoptan las reducciones de 40% respecto de 1990 en los países desarrollados, ni la desviación del 30% en la curva de crecimiento de los países en desarrollo. Y estas metas con el horizonte del año 2020 son decisiones imprescindibles e impostergables a la luz del conocimiento científico actual para evitar el cambio climático peligroso. Pero si el resultado se analiza a la luz de lo que se esperaba antes de la reunión, el resultado es positivo. Claro, las expectativas previas a Cancún eran cercanas a cero, por lo que un resultado positivo no necesariamente es para festejar. Prácticamente con mantener a los países del mundo sentados en torno a la misma mesa un año más ya podría considerarse todo un logro. ¿Era posible obtener mayores resultados? No. Realmente, las condiciones nacionales de muchos países hacían inviable que asumieran algún tipo de compromiso. Estados Unidos, Canadá y Japón venían de sufrir reveses legislativos importantes en sus asuntos internos sobre el clima. Era más que improbable que aceptaran ir más allá de lo poco que habían ofrecido en Copenhague.
En última instancia los gobiernos se deben a sus votantes (al menos en aquellos países donde se vota), y cualquier decisión que el público interprete como un recorte al crecimiento económico sería muy mal recibida. Por lo tanto buena parte de la responsabilidad por la falta de un acuerdo más efectivo puede endilgársele a los gobiernos. Pero también debe en parte ser considerado como una muestra de que el crecimiento económico aún sigue siendo un valor más poderoso que la estabilidad climática para la mayoría de los habitantes del planeta.
La nota discordante la dio Bolivia, quien mantuvo su posición de no acompañar un acuerdo que a su juicio no conduce a la necesaria reducción de emisiones para mantener la temperatura por debajo de un aumento de 1 a 1,5 ºC, que no asegura que existirá un segundo período de compromiso y que en general no recoge las principales posiciones bolivianas. Pero esta vez el reclamo de Pablo Solón (jefe de la delegación boliviana) no contó con el apoyo de los países del ALBA (principalmente Venezuela, Cuba y Nicaragua), los que en la COP anterior habían acompañado sus planteos. De esta forma, Bolivia se quedó completamente sola en su posición, reclamando que el acuerdo no podía adoptarse por falta de consenso, entendiendo por consenso la unanimidad de los votos del plenario.
Lo que dejó Cancún como enseñanza es que sostener los acuerdos de Cochabamba basándose solamente en el apoyo de la sociedad civil sin establecer alianzas de otro tipo con otros países, lo dejará aislado dentro de la Convención. Nada de esto niega las razones que pueda contener el Acuerdo de Cochabamba. Pero en las negociaciones internacionales no alcanza con la razón para imponerse a los demás.
Gerardo Honty
www.politicayeconomia.com
Cancún: ¿Y si hacemos un balance?
El ALBA no fue capaz de asumir una posición común y aunque cubanos y venezolanos insistieron a la prensa que había que tener en cuenta las objeciones bolivianas, no las acompañaron con su voto. Ello fue lo que puso en una situación muy incómoda a la delegación boliviana. Por un lado, denunciaba que el acuerdo es una especie de licencia para matar, y Solón justificó su posición radical con las cifras de los 300 mil muertos atribuidos al cambio climático. Entonces, ¿Cuba, Venezuela y Ecuador son cómplices de ese genocidio? Es claro que nadie en el gobierno puede afirmar eso.
En el caso venezolano, no hay que olvidar que forma parte de la OPEP, con las principales potencias petroleras del mundo, una actividad no precisamente ecológica. Ecuador tiene posiciones ambivalentes sobre el tema ambiental de acuerdo a quién hable, y el socialismo cubano proviene de una matriz productivista -más allá de sus resultados en el terreno de la producción efectiva- alejada del ambientalismo. Además, si la idea era apostar a la movilización popular, dadas las limitaciones de la cumbre, en este campo también el resultado fue limitado, más allá de las organizaciones que fueron a México.
Pablo Stefanoni
Contactos
calidaddevida@inti.gob.ar
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