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lunes, 12 de marzo de 2012

Si el lumbago nos lo permite

Datos oficiales muestran un incesante aumento en la certificación médica de los trabajadores


Pablo Dutour tiene 28 años y estudió cine. Pero, como las ganas de volver a su Paysandú natal eran más fuertes, terminó tomando un puesto administrativo en la fábrica de productos alimenticios Industrial Paysandú. Entre sus tareas figura la de controlar el stock. En agosto de 2011, Pablo se cayó mientras subía una escalera, depositando todo el peso de su cuerpo en la espalda. Pasaron los meses y un buen día de finales de enero Dutour no pudo levantarse de la cama. Diagnóstico: un disco roto en la columna a la altura de las vértebras L4 y L5, un hueso que aprieta un nervio y una leve artrosis. Lo enviaron a su casa por un mes con un certificado por enfermedad. A estar por las estadísticas divulgadas en un informe del Banco de Previsión Social (BPS), ese mismo día, otros 900 uruguayos solicitaron –al igual que Pablo– licencia por enfermedad, 200 de los cuales también declaraban problemas óseos.
En 2010, más de 55 mil uruguayos solicitaron un seguro por enfermedad al BPS alegando molestias o enfermedades del aparato ostemioarticular. De acuerdo al informe de la Dirección Técnica de Prestaciones del organismo publicado, es esta la más frecuente causa de incapacidad laboral temporal y se da tanto en hombres como en mujeres, sin diferencias estadísticas significativas.

Pero estos números hablan únicamente de los órganos que realizan la función locomotora y que representan solo el 23% del total de certificaciones médicas que se expidieron en 2010: alrededor de 240 mil. En 2008 y 2009, la misma patología solo significó el 14,5% de los seguros por enfermedad. Con esta tendencia alcista, en 2011 fueron cerca de 330 mil los trabajadores enfermos que acudieron al BPS por diversas causas.

“No necesariamente se puede hablar de un aumento de las enfermedades en los trabajadores”, aclaró Fernando Tomasina, decano de la Facultad de Medicina. “Hay aspectos que hacen al modelo, por ejemplo, cómo se controla la certificación, que derivan en una relación que no es lineal”, estableció el profesor titular del Departamento de Salud Ocupacional.
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Tomasina habló de la necesidad de que la certificación fuera, en efecto, “un acto médico”, en el que se estuviera valorando el grado de demanda del puesto de trabajo con respecto a la capacidad que tiene el trabajador, y de acuerdo a su estado de salud.
“Hoy hay una gran dificultad para conocer cuáles son las características del puesto de trabajo, las demandas del mismo, a qué exigencias físicas y psíquicas está expuesto el trabajador, porque, en general, el médico está afuera o no conoce el lugar laboral”, afirmó. Tomasina dijo que es por este motivo que, de la medicina laboral, en lo que se insiste “es en la necesidad de los servicios de salud en el trabajo”.

Sin dejar de defender el ánimo preventivo de su especialidad, Tomasina sí llegó a tomar al ausentismo como un indicador “probable” de problemas en la relación salud-trabajo. Claro ejemplo parece ser el lugar, “cada vez mayor”, que van tomando los trastornos mentales en la medicina ocupacional. Van en aumento expresiones como el síndrome del quemado profesional o burnout, el estrés y el uso y abuso de distintas sustancias –en muchos casos ilegales– para soportar determinadas exigencias.

El informe del BPS muestra que existió un cambio sustancial en la distribución del tipo de enfermedades que afectan a los trabajadores, sobre todo en lo referido a los trastornos mentales, que aumentaron a más del doble en los últimos 10 años. En 1999 el 5,88% del total de las consultas se debió a enfermedades psiquiátricas, y en 2010 subió a 12,5%.

Los trastornos mentales pasaron a ocupar así el segundo puesto de un supuesto ranking de patologías más frecuentes entre los trabajadores, con las mujeres (60%) llevando el liderazgo de licencias solicitadas, y siendo la depresión la manifestación más frecuente: el 52 % del total de las enfermedades psiquiátricas. Dichos datos no son muy diferentes a las conclusiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que en su informe global sobre la depresión de julio de 2011 encontró que, en los 18 países estudiados, las mujeres muestran el doble de probabilidad de sufrir depresión que los hombres, según lo destaca la BBC. Para el organismo, tal patología es la cuarta causa de discapacidad en el mundo y, de acuerdo a sus estimaciones, para el año 2020 será la segunda.

Para explicar esta tendencia, Beatriz Martínez, psicóloga especializada en recursos humanos y directora de la consultora PeopleTech, habla de dos tipos de factores que inciden en la generación de trastornos mentales: extrínsecos o del medioambiente e intrínsecos o de la personalidad.

Así, las nuevas tecnologías y los cambios en los lugares de trabajo pueden mejorar la calidad de vida de las personas, acortando los ritmos de producción y dándole a los individuos más tiempo, mientras que les exigen adaptarse a nuevas lógicas de trabajo. “Van a ser los factores intrínsecos –aclara la especialista–  los que me permitirán responder a los cambios extrínsecos. Y así hay personas que se adaptan más rápido y otras más despacio”.

“En los lugares donde la competencia es muy importante –agrega Tomasina– y el trabajador está permanentemente compitiendo por alcanzar la utópica excelencia, se genera mucha incertidumbre y este es un factor que está vinculado al estrés”. Algo que no siempre es malo: el estrés, en dosis saludables, puede movilizar los recursos psíquicos, físicos y mentales de los trabajadores. “Pero si hay una incertidumbre permanente se puede llegar a un alto desgaste físico”, diferencia el médico.

¿Cómo saber si el trabajo es el verdadero culpable del aumento de casos de trastornos mentales? ¿No tiene cabida la situación personal del individuo? Desde lo epidemiológico, mirando a los fenómenos de la salud y de la enfermedad en el colectivo, es interesante estudiar determinadas vivencias que se dan en algunos grupos y compararlas con el resto de la población. Y así medir el llamado riesgo relativo.

El Departamento de Salud Ocupacional de la facultad ha trabajando en esta línea, tratando de medir el riesgo relativo de hipertensión, por ejemplo, entre los transportistas, comparando sus indicadores con los del resto de la sociedad. “Y hemos encontrado que sí, que entre los transportistas hay un porcentaje mayor de hipertensión que en el resto, por lo que estaríamos pensando que hay un riesgo adicional que en general, en forma de hipótesis, puede ser atribuible al trabajo”, narró Tomasina. Pero, otra vez, “es muy complejo hablar de una relación causal”.

En el campo de los recursos humanos, por otro lado, existe una herramienta que permite medir cómo percibe la persona el lugar en el que trabaja: el estudio de clima organizacional. Es en función de cómo se siente la persona en relación al trabajo que se puede medir la influencia que tiene este en su personalidad, explicó Martínez. “Y hoy este es un estudio en alza, porque no es caro y la información que da es enorme para conocer el clima de trabajo en las organizaciones”, remató.

La contadora Elvira Domínguez, representante de los empresarios en el organismo, señala el nuevo diseño en el sistema de certificaciones como la principal explicación de esta tendencia. Y esto porque, a mediados de 2010, el BPS resolvió eliminar la figura del médico certificador por parte del instituto. Hoy solo el informe del médico tratante del trabajador basta para que el BPS le disponga los días de licencia que necesita el enfermo para recuperarse. Domínguez declaró recientemente a El País que se registran más licencias por enfermedad de lo que sería “razonable”


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