MARIANO MARZO | Catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona | 16/08/2010 | Actualizada a las 01:00h | Economía
El carbón es el combustible fósil que está experimentando un crecimiento del consumo más rápido a escala global. Y ello a pesar de las elevadas emisiones de CO2 originadas durante su combustión. Este hecho refleja el aumento de la demanda experimentado en grandes países, como China e India, que atesoran grandes reservas con unos costes de extracción relativamente baratos. En ambos países, el consumo en el 2009 creció, respectivamente, un 9,6% y un 6,8% en comparación con el del año anterior, mientras que en el resto del mundo descendió una media del 7%.
La situación ilustra el conflicto existente entre dos tipos de políticas. Por un lado, las patrocinadas por algunos países ricos y la UE, centradas en mitigar el cambio climático y sus consecuencias. Por otro, las defendidas por las potencias emergentes, que priorizan la reducción de las importaciones usando fuentes de energía autóctonas y baratas, con el fin de fortalecer la seguridad de suministro y rebajar los costes de la energía. Un aspecto este ultimo imprescindible para mejorar la competitividad de las empresas y mantener un alto ritmo de crecimiento económico.
En el caso de China, existen pocas dudas sobre la política energética que inspira la actuación gubernamental. En menos de una generación, el impresionante crecimiento económico y demográfico ha transformado el país en el mayor consumidor mundial de energía. Durante años, el gigante asiático fue capaz de cubrir sus necesidades energéticas mediante la explotación de sus recursos internos, de modo que su impacto sobre el mercado global fue mínimo.
Pero hoy en día el país es un protagonista innegable en el mercado global y la preocupación nacional en torno a la seguridad de suministro se ha convertido en una obsesión, aunque los agudos problemas de contaminación y las altísimas emisiones de gases de efecto invernadero son causa de inquietud sobre la sostenibilidad del modelo.
El carbón es la espina dorsal del sistema energético chino. Este combustible genera casi el 80% de la electricidad del país y suministra la mayor parte de la energía final utilizada por la industria, los comercios y los hogares. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en el 2007 este combustible fósil representó aproximadamente el 62,8% del mix de energía primaria del país, frente al 18,8% del petróleo, el 2,4% del gas, el 0,8% de la nuclear, el 2% de la hidráulica, el 0,2% de otras fuentes renovables modernas y el 13% de la biomasa no comercial.
Las estadísticas de BP muestran otro dato que revela la importancia estratégica que el carbón reviste para China. A finales del 2009, el país ocupó el primer lugar del ranking mundial de consumidores de carbón, contabilizando cerca del 47% del total. Un porcentaje impresionante, que triplica el de Estados Unidos, el segundo consumidor, con una participación aproximada del 15%, y multiplica por cerca de seis el de la Unión Europea, que ocupa el tercer lugar con un 8%.
Una situación que según las proyecciones del escenario de referencia de la AIE tiene pocos visos de cambiar de forma radical en los próximos años. En el horizonte temporal del 2030, se espera que China haya incrementado su demanda de carbón en un 56% respecto a los niveles actuales.
Las reservas probadas de carbón de China son las terceras del mundo por importancia, y representan un 14% del total mundial, por delante de India (7%) y Australia (9,2%), y por detrás de Rusia (19%) y EE.UU. (29%). En términos de producción, el gigante asiático contabiliza el 45,6% del mundo, muy por delante de EE.UU. (16%), Australia (7%) e India (6%).
Hasta el 2007, la producción fue suficiente para que el país fuera un exportador neto, pero en la actualidad China se ha convertido en importador neto. Está por ver si este hecho es puramente coyuntural o marca un cambio de tendencia definitivo. En cualquier caso, no parece casualidad que las autoridades chinas estén invirtiendo en el carbón de Australia y apostando decididamente por la eficiencia, las renovables y la nuclear
En el caso de China, existen pocas dudas sobre la política energética que inspira la actuación gubernamental. En menos de una generación, el impresionante crecimiento económico y demográfico ha transformado el país en el mayor consumidor mundial de energía. Durante años, el gigante asiático fue capaz de cubrir sus necesidades energéticas mediante la explotación de sus recursos internos, de modo que su impacto sobre el mercado global fue mínimo.
Pero hoy en día el país es un protagonista innegable en el mercado global y la preocupación nacional en torno a la seguridad de suministro se ha convertido en una obsesión, aunque los agudos problemas de contaminación y las altísimas emisiones de gases de efecto invernadero son causa de inquietud sobre la sostenibilidad del modelo.
El carbón es la espina dorsal del sistema energético chino. Este combustible genera casi el 80% de la electricidad del país y suministra la mayor parte de la energía final utilizada por la industria, los comercios y los hogares. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en el 2007 este combustible fósil representó aproximadamente el 62,8% del mix de energía primaria del país, frente al 18,8% del petróleo, el 2,4% del gas, el 0,8% de la nuclear, el 2% de la hidráulica, el 0,2% de otras fuentes renovables modernas y el 13% de la biomasa no comercial.
Las estadísticas de BP muestran otro dato que revela la importancia estratégica que el carbón reviste para China. A finales del 2009, el país ocupó el primer lugar del ranking mundial de consumidores de carbón, contabilizando cerca del 47% del total. Un porcentaje impresionante, que triplica el de Estados Unidos, el segundo consumidor, con una participación aproximada del 15%, y multiplica por cerca de seis el de la Unión Europea, que ocupa el tercer lugar con un 8%.
Una situación que según las proyecciones del escenario de referencia de la AIE tiene pocos visos de cambiar de forma radical en los próximos años. En el horizonte temporal del 2030, se espera que China haya incrementado su demanda de carbón en un 56% respecto a los niveles actuales.
Las reservas probadas de carbón de China son las terceras del mundo por importancia, y representan un 14% del total mundial, por delante de India (7%) y Australia (9,2%), y por detrás de Rusia (19%) y EE.UU. (29%). En términos de producción, el gigante asiático contabiliza el 45,6% del mundo, muy por delante de EE.UU. (16%), Australia (7%) e India (6%).
Hasta el 2007, la producción fue suficiente para que el país fuera un exportador neto, pero en la actualidad China se ha convertido en importador neto. Está por ver si este hecho es puramente coyuntural o marca un cambio de tendencia definitivo. En cualquier caso, no parece casualidad que las autoridades chinas estén invirtiendo en el carbón de Australia y apostando decididamente por la eficiencia, las renovables y la nuclear
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