La segunda potencia tecnológica mundial es también el mayor estercolero computacional de la Tierra
MARÍA OVELAR 21/01/2010
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India es la segunda potencia tecnológica del mundo (representa el 40% del mercado informático mundial), pero todo lo que exporta lo importa con creces. Es el basurero electrónico mundial.
Montañas de cables, teclados, chips, ratones, pantallas, tubos, carcasas se amontonan en barriadas de Mumbai y Calcuta, donde niños y castas desheredadas desbrozan los peligrosos materiales para sacarse unas rupias. El problema de la basura electrónica (en inglés, e-waste) aumenta al mismo ritmo que se implanta en la sociedad. "En 2007 había 380.000 toneladas de basura electrónica en India. Sólo se reciclaron 19.000, el resto permanece en almacenes, en armarios y cajones. En 2011 se superarán los 4,7 millones de toneladas", explica Ashish Chaturvedi, director técnico y medioambiental de la empresa GTZ.
"El e-waste contiene sustancias tóxicas: plomo, níquel, cromo, mercurio y otros elementos plásticos", dice Ramapati Kumar, de Greenpeace India. "Quemar cables contamina el agua y la tierra. Greenpeace hizo un estudio en el extrarradio de Delhi, donde se reciclaba. La concentración de productos químicos era tres veces superior a la normal. Inhalar esos tóxicos puede causar daños neuronales, cancerígenos y respiratorios". Chaturvedi, de GTZ, añade: "En 2007 sólo el 5% se recicló en empresas autorizadas".
En Saki Naka, una barriada en las afueras de Mumbai, los niños juegan con martillos. Con ellos recuperan imanes en las montañas de desechos que crecen en Teen Number Khadi (Bahía Número 3). "El 95% del reciclaje se hace en barrios pobres de los extrarradios de Delhi, Mumbai o Bangalore [la capital tecnológica de India]. Se trabaja sin medidas de seguridad, sin guantes ni mascarillas", señala el activista de Greenpeace.
El reciclaje no oficial genera sólo en Delhi 286 millones de euros. Los beneficios salen de la reventa de piezas de metal, incluso oro, de los ordenadores viejos, placas base y chips.
En Toxics Link, una ONG con sede en la capital india, lo corroboran. "Cerca de 30.000 personas trabajan en el reciclaje no oficial y en la capital lo hacen unas 5.000". Sobra mano de obra y para sobrevivir se hace lo que sea, sobre todo cuando se pertenece a castas o religiones marginadas, como los musulmanes del vertedero de Kurla, en las afueras de Mumbai.
"Muchos menores trabajan en el negocio. Dicen que son adultos, pero no pasan de los 12 años. Unos pocos van al colegio y cuando terminan trabajan en el taller con sus padres". Lo cuenta Sophie Gerrard, fotógrafa británica que recorrió el país durante tres meses en 2006. Sus imágenes por los barrios de Koridalia (Bangalore), Nueva Delhi (Mandoli, Anup Vihar) y Mumbai (Kurla) hablan de contaminación, trabajo infantil, ácidos y desechos mal almacenados en lugares insalubres.
Las montañas crecen imparables. La basura electrónica es la que aumenta a mayor velocidad. India exporta móviles, ordenadores y software a espuertas; en 2008 el sector informático generó el 35% de las exportaciones del país, pero se las devuelven con creces.
"Los países desarrollados, sobre todo Estados Unidos y el Reino Unido, envían a India su basura", apuntan desde Greenpeace India. Cada año se mandan más de 50.000 toneladas. Una parte llega camuflada. "Algunas organizaciones no gubernamentales o caritativas envían ordenadores, teclados o CPU como donaciones", afirma Kumar.
Según Greenpeace, los ordenadores cruzan la frontera sin problemas. "La definición de equipo electrónico de segunda mano es bastante ambigua. En la aduana no saben cómo identificar ese comercio ilegal y por tanto no lo frenan", explica Kumar, de Greenpeace. Sin embargo, India firmó en 1990 el Convenio de Basilea sobre control de los movimientos transfronterizos de residuos peligrosos y su eliminación.
"En 2006 pedimos a los fabricantes de ordenadores y móviles que retiraran los plásticos peligrosos de sus productos. Muchos se comprometieron, pero otros no". Otra solución, según Kumar, es que los fabricantes se comprometan a reciclar ellos mismos sus productos. Una costumbre extendida y regulada en Japón (Sony recicla el 53% de sus productos en el país, cinco veces más que la media mundial). Pero India se enfrenta a un problema cultural: "Aquí lo normal es conservar una televisión más de veinte años... sólo nos deshacemos de nuestros productos cuando nos pagan algo a cambio", argumenta Kumar.
Reciclaje legal
La otra cara de la moneda tiene nombres como Empa, E-Parisara o Ash Recyclers, empresas oficiales indias que cumplen las normativas, no importan basura tecnológica y se forran. Sims Metal Management, con sede en Chennai (antigua Madras), es una de ellas. "La primera vez que oí el termino e-waste fue hace cinco años. En 2007 la empresa
[con oficinas en 130 localidades de cuatro continentes] abrió una sucursal en India. El mercado era grande", explica Sanjay Saxena, vicepresidente de la compañía. Saxena asegura que su empresa, con 37 trabajadores, no importa desechos.
Syed Hussain dirige Ash Recyclers, una fábrica de reciclaje de basura electrónica con sede en Bangalore. "En 1995 me di cuenta de que los ordenadores suponían un problema. Los sistemas informáticos, los monitores y las impresoras caducaban cada día más rápido". Hussain empezó a trabajar como chatarrero en 1981. Sobre la responsabilidad medioambiental de su empresa, responde tajante: "Somos una compañía sostenible, con conciencia ecológica. Cumplimos los estándares mundiales en la gestión el y reciclaje de basura electrónica. Seguimos la directiva europea WEEE sobre reducción, reutilización y reciclaje".
Thasina Khanum lleva 15 años trabajando para Ash Recyclers. "Superviso el trabajo de un equipo de mujeres. Separan la basura, la empaquetan y la apilan", describe esta trabajadora nacida en Bangalore.
Asegura Hussain que son pocas las compañías que cumplen la normativa. Las empresas del sector han elaborado un borrador sobre el manejo adecuado de la basura electrónica y han enviado el documento al Ministerio de Medio Ambiente, pero en este país de contrastes la tecnología avanza a la velocidad de la luz, y las decisiones, a la de los elefantes.
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