Al igual que las grandes agencias de calificación nos provocan diarios sobresaltos al rebajarnos notas y expectativas de crecimiento económico, deberíamos ser igualmente conscientes de que de existir alguna agencia de calificación ambiental global, España saldría aún peor parada.
En efecto, pese a que
todas las alarmas han saltado ya y las más pesimistas previsiones climáticas
peninsulares han quedado pulverizadas, la miopía política y la obsesión
generalizada por la economía impiden aún a una gran mayoría del país advertir
la verdadera gran crisis que se nos viene encima. Será una crisis sin parangón
con sello no económico, sino mucho peor, ecológico, cuya causa tiene nombre
propio llamado cambio climático.
La lucha contra este
nefasto fenómeno global debería ser prioritario, máxime teniendo en cuenta que
liderando esta lucha podríamos, a la par que proteger nuestro amenazado
territorio, evitar dependencias, crear riqueza, fomentar la investigación y
sobre todo crear miles de necesarios puestos de trabajo
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