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sábado, 26 de noviembre de 2011

Peligrosidad y angustia de camino al trabajo





Los accidentes laborales in itínere no son el único problema grave de salud laboral que padecen los trabajadores y trabajadoras cuando hablamos de movilidad al trabajo. Angustia, estrés y cansancio adicional están a la orden del día. Nos encontramos ante un modelo de movilidad que castiga a la gran mayoría de trabajadores y discrimina a una buena parte que no tiene transporte privado o tiene movilidad reducida.
Mirko acaba de sufrir un accidente mientras se desplazaba en su motocicleta desde la zona norte de Barcelona hasta el puerto de la Ciudad Condal. Trabaja en una naviera que es de las pocas empresas que tiene un bus colectivo de entre las que están instaladas en la Zona Franca: “Nosotros somos unos privilegiados porque tenemos el bus, pero para mí el itinerario no está adaptado. La única parada del bus está en el centro de Barcelona, en la plaza Urquinaona, y si cojo el metro y el bus tardo cerca de 50 minutos desde mi casa, en el barrio del Carmel, hasta el trabajo, mientras que con la moto tardo 20 minutos. Además, a la hora de volver a casa, si salgo un poco más tarde de mi hora por necesidades del trabajo, me encuentro que ya se ha ido el bus y entonces sí es una odisea volver a casa”.

La motocicleta es una peligrosa solución que muchos trabajadores están encontrando en nuestras congestionadas ciudades y por eso la accidentalidad entre las motocicletas ha aumentado, mientras han disminuido los accidentes en turismos. Si en 2004, los accidentados en motocicleta en España eran según cifras del Ministerio de Fomento 10.551, en 2009, la misma fuente cifra los accidentados en motocicleta en 18.774. En ese mismo periodo, los accidentados mientras conducían un turismo se redujeron en 10.743.

Mirko, un experto motorista, tiene claro que los desplazamientos al trabajo son los más peligrosos: “En una rotonda, un coche me tiró al suelo y llevo de baja desde el 6 de julio. Me he roto el codo, el dedo gordo de la mano derecha y no está claro porque sigo teniendo dolor en el hombro izquierdo. Está claro que el conductor del otro vehículo tenía la culpa según los testigos, pero es que a esa hora la gente está muy nerviosa, todo el mundo va deprisa para no llegar tarde y las calles están muy congestionadas”. Mirko no se plantea pedir que haya más paradas en el bus, pues los trabajadores lo que temen es que el bus desaparezca: “Una de las empresas del grupo que comparte el bus se ha desplazado, por lo que ahora en el bus va menos gente y los trabajadores temen que se suspenda el servicio”…


La situación de Patricia, que trabaja en una tienda de moda ubicada en el Centro Comercial Plaza de Zaragoza, es la de alguien que pasa un calvario para llegar a su trabajo porque nadie pensó que al menos un 40% de la población asalariada no utiliza el coche privado. Patricia tiene 28 años y no dispone ni de coche ni de carné de conducir. Una base salarial de 800 euros por una jornada de 30 horas semanales no da para mucho. En su misma situación se encuentran otras compañeras de las 250 personas que trabajan en su tienda y muchas más de las que trabajan en el Centro Comercial Plaza. Su único medio de transporte es un autobús que une Zaragoza con el aeropuerto, una infraestructura ubicada junto al centro comercial. El autobús cuesta 1,60 euros y pasa sólo cada media hora. Las movilizaciones de los delegados de CCOO en el polígono han conseguido que no se penalice el transbordo que deben hacer muchas trabajadoras, pues antes tenían que pagar dos veces si cogían un bus urbano y el del polígono.

Se trata de una cantidad elevada para un transporte diario y, sin embargo, el problema económico no es el más gordo a ojos de los trabajadores: “Los martes y jueves, cuando sobre las 16:30 llegan vuelos a Zaragoza, el autobús va completo y no se detiene en las paradas”, explica Patricia. “En esa situación –añade esta trabajadora– te puedes encontrar con que un autobús te deja en tierra y has de esperar otra media hora a que pase el siguiente autobús, que también puede ir lleno y decidir no parar”.

En esa situación la trabajadora está expuesta a innegables riesgos psicosociales que probablemente no sean contemplados en una hipotética evaluación de riesgos, pues se tiende a pensar que ese tiempo no es trabajo. Patricia da cuenta del estado en el que se encuentra una trabajadora ante semejante situación: “Es desesperante, porque tú has hecho todo lo que tienes que hacer para llegar puntual al trabajo y ves, de repente, que vas a llegar casi una hora tarde. Te pones a llamar a tu supervisora como una loca y si no la encuentras, que a esas horas es posible, empiezas a llamar a tus compañeras y finalmente llegas con retraso. Lo que supone que ya no te tomas ni un café en un turno de 6 horas seguidas, que te arriesgas a una sanción por impuntualidad y que te descuentan de tu salario los retrasos a partir de los 15 minutos”.

Las movilizaciones sindicales en el polígono Plaza han conseguido algunas mejoras y la gente se está organizando para compartir coche, pero la empresa se lava las manos: “Las supervisoras te entienden porque todo el mundo conoce la situación –explica Patricia–, pero el disgusto te lo llevas tú y los nervios no te los quita nadie”. La situación es complicada y al final lo que se deteriora es la salud de los trabajadores y trabajadoras: “La gente tiene miedo porque con la crisis actual temen las no renovaciones y los despidos, por eso se callan y se aguantan”.

La congestión de nuestras ciudades y la insuficiencia de las redes públicas de transporte han convertido el problema del aparcamiento al llegar al trabajo en una fuente de sufrimiento cotidiano. Gina es trabajadora de la Administración autonómica catalana y una de las delegadas sindicales que están promoviendo el desarrollo de planes de movilidad en organismos públicos. Su lugar de trabajo se encuentra ubicado en el centro de Girona, un edificio en el que la Generalitat de Cataluña ha unificado todos los servicios de atención a la ciudadanía y que reúne diariamente a unos 900 trabajadores y trabajadoras.

“Una buena parte de los trabajadores viene andando o en transporte público, pero quienes han de venir en coche privado porque sus zonas de residencia no están comunicadas ni con tren ni con autobús padecen un calvario diario porque no pueden aparcar. Abajo del edificio hay un parking privado que resulta muy caro para los trabajadores y trabajadoras (unos 18,50 euros por ocho horas) y la solución que encuentran los trabajadores que vienen en coche es aparcar en la zona azul, que tampoco es barata (7,60 por ocho horas)”. Sin embargo, el problema económico no es el único: “Aparcar en la zona azul supone un importante estrés durante la jornada porque los trabajadores han de salir cada 2 horas a cambiar el tique. Salir continuamente no es reglamentario, con lo que las personas han de buscar distintas estrategias para ausentarse un momento y no fichar. La gente usa la excusa de salir a fumar y lo que hace es poner la moneda”, explica Gina.

Tener que interrumpir tu trabajo para que no te pongan una multa supone añadir una exigencia psicológica cuantitativa más a la tarea habitual: estar pendiente del reloj. La otra solución que han encontrado los trabajadores es aparcar a las afueras de la ciudad, en una zona conocida como la dehesa, e introducir en el coche una bicicleta plegable o venir andando: “Pero eso supone –explica Gina– que se han de levantar muy temprano para coger sitio porque todo el mundo en Girona quiere aparcar ahí”. Lo que puede repercutir en menos horas de sueño y en consecuencia provocar fatiga. Además, las personas que acuden al trabajo en bicicleta plegable también tienen problemas de aparcamiento y se ven obligadas a subir la bicicleta al trabajo, con lo que eso supone de invadir pasillos y espacios comunes: “El aparcamiento de las bicicletas en los despachos ha provocado ya conflictos entre compañeros”.

Para reflexionar y llevar a cabo soluciones sobre estos y otros problemas y elaborar un plan de movilidad se ha constituido recientemente, en este centro de trabajo, una mesa de movilidad con representación de la Administración, los sindicatos y representantes de la Autoridad Territorial de Movilidad de Girona, un organismo con competencias en movilidad que emana de la Ley de Movilidad de Cataluña. Una de las propuestas que Gina y sus compañeros barajan es gestionar desde la empresa un sistema de coche compartido y negociar con el parking privado un descuento para esos coches. 
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