Qué es mejor para el medio ambiente, ¿las emisiones resultantes de la producción de un producto o las emisiones resultantes de la producción del mismo producto dos veces? La respuesta a esta simple pregunta nos permite entender por qué la incineración agrava el cambio climático: quemar un residuo que podría ser reciclado o reutilizado es imposible que sea bueno para luchar contra el calentamiento global, por la sencilla razón de que a las emisiones de la quema se tienen que añadir las emisiones resultantes de producir el producto de nuevo (extracción, producción, transporte, etc...).
En la actualidad, se estima que el porcentaje reciclable, reutilizable o compostable se sitúa entre un 60% y un 90% de los residuos totales. En Flandes, Bélgica, reciclan un 75% de los residuos. Si en España (cuyo porcentaje de reciclado se sitúa en torno al 30%) hubiera la voluntad política de llegar a porcentajes similares, el debate sobre la necesidad de incineración quedaría automáticamente obsoleto. El 25% de los residuos restantes se puede estabilizar biológicamente (obteniendo energía en el proceso) y enviarlos a vertedero mientras se desarrollan estrategias para reducir paulatinamente la fracción residual.
El debate sobre la incineración y el cambio climático sólo favorece a la industria incineradora mientras que perjudica al erario público, a los ciudadanos, a las generaciones futuras y al clima. La industria incineradora se empeña en comparar la incineración con los vertederos de diez años atrás, donde la materia putrescible se pudría sin control y emitía metano (mucho más perjudicial que el CO2).
Este escenario ya no es válido, pues la directiva de vertederos (99/31/CE) se ha encargado de reducir la materia orgánica en los mismos. Además, cuando la industria incineradora publica sus emisiones deduce un 60% [1] del carbono emitido por ser éste biogénico (por ejemplo, el que contiene la materia orgánica de los residuos). Este hecho "esconde" el 60% de las emisiones y no tiene en cuenta que, cuando hay una buena separación de la materia orgánica en origen y el papel se recicla, la parte biogénica se reduce considerablemente. La propia industria incineradora admite que, hoy, después de la recogida selectiva, el porcentaje de carbón biogénico representaría entre un 35% y un 48%. Este "matiz" provoca que las emisiones de una incineradora igualen a las de una planta de gas. Si incluyésemos todo el carbono biogénico en la ecuación (tal y como exigen los científicos del IPCC cuando se comparan fuentes de energía) veríamos cómo las emisiones de las incineradoras superan las de una planta de energía que utilizase carbón [2].
Pero aunque fuera cierta la presencia de un 60% de carbón biogénico en los residuos, sigue siendo un error considerar estas emisiones como neutrales desde el punto de vista del CO2, pues si la fracción biogénica (sobre todo orgánica y papel) se compostara, primero sacando energía con digestión anaeróbica y luego devolviendo el compost a la tierra, se conseguiría ganar un tiempo precioso en la lucha contra el cambio climático. Lo que nos interesa es reducir las emisiones de CO2 lo más rápidamente posible mientras descarbonizamos nuestro estilo de vida para retrasar la subida de la temperatura del globo. Si el residuo se quema, todo el carbono se emite directamente a la atmósfera; si se composta se consigue retrasar este proceso "secuestrándolo" unos preciosos años. Además, devolver el carbono a la tierra ayuda a luchar contra la desertización en un país como España, donde los suelos son pobrísimos en materia orgánica. No olvidemos que la deforestación es responsable de un 25% del cambio climático.
Es sorprendente que algunos Estados como España den primas a las incineradoras por su producción de "energía renovable". Cuando lo que hacen es quemar residuos que podrían ser reciclados o compostados (se estima que un mínimo del 50% de los residuos que se queman o se entierran en la Unión Europea son reciclables [3]) con el consiguiente ahorro energético y de recursos, así como el mejor efecto sobre el medio ambiente que significa el reciclaje.
Las emisiones de la incineración no se deben comparar con vertederos de diez años atrás sino con las emisiones del reciclaje, la reutilización, el compostaje o la reducción de residuos. Además, en el siglo XXI se tienen que promover formas eficientes de generar energía; una incineradora tiene una eficiencia energética de un 30% frente al 80% de la energía solar [4]. Por otra parte, las incineradoras son una forma de incentivar la generación de residuos, algo insostenible en un mundo con recursos finitos y en el que tanto la UE como el Estado español afirman querer desacoplar el crecimiento económico de la generación de residuos. Finalmente, el objetivo de querer vender la quema de residuos como beneficiosa para el medio ambiente está basado exclusivamente en intereses empresariales y no de lucha contra el cambio climático o a favor de una sociedad más sostenible. Es de vital importancia que las autoridades dejen de caer continuamente en operaciones tan claras de greenwashing (lavado verde). La incineración contribuye directa e indirectamente al cambio climático.
Notas: [1] "Waste-to-Energy and the revision of the waste framework directive" CEWEP, by Kees Wielenga Fact. (febrer 2008). [2] "A Changing Climate for Energy from Waste?", EUNOMIA, Dominic Hogg, March 6, 2006. [3] http://www.foe.co.uk/resource/reports/gone_to_waste.pdf [4] Murphy, J.D. and E. McKeogh (2004) "Technical Economic and environmental analysis of energy production from municipal solid waste" Renewable Energy 29
(7): 1043-1057.
Joan Marc Simón es coordinador en Europa de GAIA (Global Alliance for Incineration Alternatives)
http://www.portaldelmedioambiente.com/articulos/7727/la_incineracion_agrava_el_cambio_climatico/
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