Los temporales contradicen las consecuencias del efecto invernadero | Cifran en 42 millones los daños del campo
L. MARTÍN / AGENCIAS. MÁLAGA Las lluvias de este invierno, prolífico como pocos en la provincia, ya no sólo aderezan las conversaciones entre desconocidos. El asombro llega hasta las caras más populares de la climatología. José Antonio Maldonado, presidente de la Asociación Meteorológica Española, apenas puede contener el tono superlativo. Al igual que el resto de la población, se suma a la extrañeza por el fenómeno. Aunque desde una perspectiva documentada y, por lo tanto, más temible.
El especialista considera que la cadena de temporales es la más virulenta del siglo. Málaga va camino del récord. Las cifras no lo contradicen. ¿Cambio climático? ¿Efecto del calentamiento global? Más bien, todo lo contrario. Maldonado pone el acento científico a la certeza que golpea a diario contra los cristales: los nuevos tiempos no son de temperaturas elevadas y perfiles desérticos, sino de lluvia, mucha lluvia.
Las últimas semanas se oponen a las inminencias del temido efecto invernadero. Un episodio extraño, cuanto menos. La última prueba, la del día de ayer, en el que las precipitaciones se sucedieron con una perseverancia poco común para el mes de marzo. De nuevo, hubo alerta amarilla y se registraron más de 50 litros en puntos de la Serranía y entre 30 y 40 litros en diversas zonas de la Costa del Sol.
Los fenómenos no desaparecen. Las precipitaciones, que serán hoy casi testimoniales, encontrarán reemplazo en el viento, que obligará a mantener el nivel de alerta hasta las seis de la mañana en la Costa del Sol y el Guadalhorce. Las rachas serán insistentes y podrían alcanzar los setenta kilómetros por hora.
La continuidad de la lluvia se nota en los pantanos. No sólo en su buen aspecto, al borde casi siempre de alcanzar su nivel máximo, sino también en una estampa que empieza a adquirir la condición de habitual: la apertura de compuertas. Los embalses volvieron ayer a desentenderse de excedentes ante la perspectiva de las próximas precipitaciones. Lo hicieron a un ritmo más que ponderable, a razón de más de veinte metros cúbicos por segundo, marca que fue superada en el Guadalhorce, que aumentó la frecuencia hasta cincuenta.
La precaución está justificada. Las reservas hídricas de la provincia están a tan sólo 55 hectómetros de alcanzar el tope. La cantidad de agua almacenada se detiene en algo más del noventa por ciento. Un registro que hace tan sólo doce meses parecía utópico.
Perjuicios
Las precipitaciones garantizan el consumo y alteran el régimen cíclico de la sequía, aunque también arrastran una estela, acentuada en los dos últimos meses, de efectos negativos. En la agricultura la lluvia no ha sido tan bienvenida. La agrupación gremial COAG presentó ayer una primera valoración de los perjuicios detectados en la provincia. La estimación arredra. Las pérdidas ascienden a más de 42 millones de euros en lo que respecta a las cosechas. Un montante al que se suman los daños causados en la infraestructura y en los caminos de acceso a las explotaciones. Las campañas de la aceituna y los cítricos han sido las que más se han resentido.
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