CRISIS MUNDIAL | Cuatro años de temblor en la economía global
La crisis que estremece a la corona de la globalización, Estados Unidos y la zona euro, no cesa, al contrario, se transforma para adentrarse en una nueva fase.
La volatilidad ha marcado los mercados en los últimos días. (EFE)
VÍCTOR SALMERÓN | EL UNIVERSAL | Domingo 14 de agosto de 2011 10:24 AM
Caracas.- Después de millonarias inyecciones de dinero a la banca, severos ajustes que agitan las calles, liquidez a borbotones y cumbres de jefes de estado, las convulsiones de la aristocracia de la globalización no desaparecen.
Esta semana ha quedado claro que Estados Unidos se aproxima a una nueva recesión o a un período de muy bajo crecimiento, mientras que la Unión Europea no encuentra la salida al alto endeudamiento y al desequilibrio en las cuentas públicas que ha obligado a intervenir, para su rescate, a las economías de Grecia, Portugal e Irlanda.
El resultado es el regreso del pánico a las principales bolsas del mundo, declive de los precios del petróleo y pérdida de bienestar para miles de familias.
Se trata de una crisis que no desaparece sino que cambia, se transforma, de estallido de burbuja hipotecaria a bancarrota financiera, luego a Gran Recesión y ahora crisis de deuda en las finanzas públicas con erosión de monedas.
Un viaje al pasado revela que la tormenta comienza a gestarse a principios de siglo cuando Allan Greespan, presidente de la Reserva Federal, institución que cumple el rol de banco central en Estados Unidos, responde al crac de las empresas punto com y al ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 con una rebaja de tasas de interés que abarata los préstamos hipotecarios.
La estrategia coincide con el inicio del incremento en el precio de las materias primas y los países exportadores de petróleo comienzan a enviar miles de millones de dólares a Estados Unidos junto a China, potencia emergente en el tablero y en menor proporción, un revitalizado Japón.
La mezcla de bajas tasas de interés y liquidez abundante le da alas al crédito hipotecario, el precio de las viviendas se dispara y Wall Street se vale de un entorno de mínima regulación para crear exóticos productos financieros.
Lo común en el negocio bancario es estudiar en detalle a quien solicita financiamiento para comprar una vivienda, prestarle el dinero y luego cobrar las cuotas para recuperar el capital más los intereses.
La innovación de Wall Street consistió en empaquetar grupos de préstamos hipotecarios para confeccionar bonos y luego venderlos en el mercado financiero global.
Las entidades bancarias y una madeja de organizaciones financieras sin supervisión ya no conservaban el crédito y el riesgo en sus balances, sino que lo transformaban en un bono del cual se desprendían y por tanto ya no existían mayores incentivos para evaluar la capacidad de pago del deudor.
Masivamente se va a financiar a clientes catalogados como subprime, es decir, riesgosos y con un historial de atrasos en pagos y, cada vez, de manera más expedita.
Mientras los reguladores permanecían ciegos surgieron los préstamos con poca entrega de documentos para verificar el récord de pago o el balance personal, luego aquellos donde no hacían falta credenciales y los NINJA (no income, no job and no assets).
Así el solicitante recibía rápidamente su crédito, quien agrupaba las hipotecas en bonos una comisión, el banco que otorgaba el préstamo una rápida ganancia al vender el bono y el inversionista que lo compraba altos rendimientos porque obtenía los pagos del propietario de la vivienda.
Bancos como Bearn Stearns, Merrill Lynch, Citigroup y fondos de inversión vendían los bonos a entidades financieras de todo el mundo.
Se creía firmemente en que el precio de las viviendas no dejaría de aumentar y el deudor podría venderla para pagar el crédito en caso de no poder cumplir con sus cuotas, pero surgió el temblor.
El índice de S&P Case-Shiller registra que en promedio, en las 20 grandes ciudades de Estados Unidos, el valor de las viviendas crece 16% en 2004, experimenta otro robusto salto de 15,52% en 2005 y en 2006 tan sólo avanza 0,6%.
En 2007 surge un desplome de 9% y al contrastar el cierre de julio de 2008 con julio de 2006 aflora un drástico declive de 19,5%.
La burbuja inmobiliaria explotó, los bonos respaldados por las hipotecas comenzaron a ser vistos como tóxicos porque los clientes subprime tenían una deuda superior al valor de las viviendas y los grandes bancos con los papeles atascados en sus portafolios registraron pérdidas relevantes.
La morosidad se disparó y el punto más álgido de esta primera etapa de la crisis llegó el 15 de septiembre de 2008 cuando Lehman Brothers, miembro de la realeza bancaria, se declaró en quiebra.
Para impedir que el resto de las principales torres bancarias siguiesen a Lehman el gobierno de Estados Unidos anunció la mayor intervención en la economía desde la Gran Depresión y autorizó al Tesoro a emplear hasta 700 mil millones de dólares para sostener a la banca.
Las grandes torres financieras de Europa habían colocado importantes sumas de dinero en inversiones ligadas al mercado hipotecario de Estados Unidos y por tanto, la creciente percepción de riesgo llegó en segundos a las grandes capitales del viejo continente.
El 12 de octubre la virulencia de la crisis reunió en París a los presidentes de los quince países que comparten el euro e Inglaterra, para debatir y concertar políticas.
El bloque europeo decidió que cada gobierno desembolsaría, de acuerdo con el nivel de fragilidad de su rompecabezas financiero, los recursos necesarios para fortalecer el capital y asegurar la solvencia. Además, se adoptó un plan para avalar las operaciones interbancarias a fin de restaurar la confianza entre las entidades.
Recesión total
En 2008 la vida de los estadounidenses cambió bruscamente. Los días en que las familias nadaban en efectivo, no tenían que preocuparse por el desempleo y miraban complacidas cómo el dinero invertido en la Bolsa de Nueva York aumentaba mes a mes quedaron atrás.
El declive en el precio de las viviendas acabó con la posibilidad de obtener financiamiento garantizado por los inmuebles, el pánico desatado por la quiebra de bancos presionaba a la baja el valor de las acciones en Wall Street y sólo en el tercer trimestre de 2008 la riqueza de las familias cayó 2,81 trillones de dólares.
El declive del consumo impactó a las empresas y surgió la recesión en el país que actúa como el principal combustible de la economía mundial, de hecho, representa 25% del producto interno bruto global y constituye un mercado clave para las exportaciones del resto del mundo.
Así Europa también cayó en recesión y el crecimiento de la mayoría de los países perdió ímpetu obligando a los gobiernos y los bancos centrales a implementar medidas para revertir la tendencia.
La burbuja de la deuda
Obligados a gastar grandes sumas de dinero en planes de estímulo a la economía, rescate de bancos y seguros por desempleo en momentos en que la recesión disminuía la recaudación de impuestos, los gobiernos de Estados Unidos y Europa recurrieron al endeudamiento masivo, iniciando la segunda fase de la crisis.
Proyecciones del Fondo Monetario Internacional indican que la deuda pública de los diez países más ricos del mundo aumentará desde 78% del PIB en 2007 hasta 114% en 2014, el ritmo más acelerado desde la Segunda Guerra Mundial.
El desbalance entre gastos e ingresos de los gobiernos comenzó a generar dudas sobre la capacidad de pago de la deuda, en primer término en el quinteto euro, bautizado en forma despreciativa por analistas ingleses como PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España).
La característica común es déficit fiscal elevado (32% en Irlanda, 12,7% del PIB en Grecia, 11,4% en España, 9,3% en Portugal, 5,3% en Italia) y deuda pública sobre 100% del producto, salvo en España, donde se ubica en 65% pero con alza galopante.
La incertidumbre sobre la capacidad de pago impulsó las tasas de interés a la que estos países pueden colocar los bonos que ayudan a cubrir la falta de ingresos, de tal forma, que el desajuste presupuestario se agravó y la Unión Europea tuvo que lanzar salvavidas.
El 2 de mayo de 2010 Grecia anunció un acuerdo con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional para recibir una inyección de 110 mil millones de euros, a cambio del compromiso de aplicar una severa reducción de gastos que implica rebajar salarios y aumentar impuestos.
Posteriormente Irlanda necesitaría una transfusión de 85 mil millones y Portugal otra dosis de 78 mil millones de euros mientras que las miradas continuaban fijas en España e Italia.
Si bien existe un desajuste en las cuentas públicas, esta fase de la crisis también ha puesto de manifiesto fallas estructurales en el diseño del euro.
Paul Krugman, premio de economía, abordó el tema señalando que los países bajo presión atraían grandes flujos de capital extranjero, "en gran parte porque los mercados creían que el hecho de pertenecer a la zona euro convertía las obligaciones griegas, portuguesas y españolas en inversiones seguras".
"Luego, llegó la crisis financiera mundial. Esas entradas de capital se agotaron; los ingresos se hundieron y los déficits se dispararon; y ser miembro de la zona euro, hecho que había animado a los mercados a amar a los países ahora en crisis de forma intensa pero insensata, se convirtió en una trampa", añade Krugman.
"¿En qué consiste esa trampa? Durante los años del dinero fácil, los salarios y los precios subieron mucho más deprisa en los países ahora en crisis que en el resto de Europa. Ahora que el dinero ya no entra a espuertas, esos países tienen que volver a controlar los costes".
"Pero es mucho más difícil hacer eso ahora que cuando cada país europeo tenía su propia moneda. En aquel entonces, los costes podían controlarse ajustando los tipos de cambio (por ejemplo, para recortar sus salarios respecto a los salarios alemanes, Grecia no tenía más que reducir el valor del dracma frente al del marco alemán). Sin embargo, ahora que Grecia y Alemania comparten la misma moneda, la única forma de reducir los costes relativos de Grecia es una combinación de inflación alemana y deflación griega", finaliza Paul Krugman.
Obama en apuros
El aumento del gasto del Gobierno y la inyección de dinero también impulsó el desajuste en las cuentas de Estados Unidos y surgió una disputa entre Republicanos y Demócratas sobre cómo disminuir el déficit que alcanza 10% del PIB: a través de incrementos de impuestos y recortes menores en los desembolsos, como propuso el Presidente Barack Obama, o principalmente con disminución de gasto.
La controversia puso en riesgo la posibilidad de que Obama lograra una votación a favor en el Congreso para aumentar el tope de la deuda que puede contraer cada año a fin de que el Gobierno pudiese cumplir sus compromisos.
Al final la élite política alcanzó un acuerdo para elevar el tope de la deuda en 2,4 billones de dólares pero obliga a un recorte de gasto por la misma cantidad que deberá efectuarse durante los próximos diez años.
No obstante la fragilidad sobre las cuentas está presente y Standard & Poor's, una de las grandes agencias que le indica a los inversionistas el riesgo de los bonos emitidos por los países sacó a Estados Unidos del club Triple A, es decir, las naciones sobre las que no existen dudas de que pagarán sus deudas.
El crash de la semana
Durante los últimos siete días la crisis que estalló en 2008 con las hipotecas subprime comienza a mutar hacia un período de nueva recesión o estancamiento prolongado en Estados Unidos y crecientes preocupaciones sobre la salud fiscal de Italia y Francia.
Las preocupaciones sobre una nueva inmersión en Estados Unidos tienen fundamento. El Bureau of Economic Analysis registra que el consumo privado tan solo creció 0,1% en el segundo trimestre de este año y tras la revisión de cifras la evolución del PIB en el primer trimestre tuvo un mínimo avance de 0,4%.
Para tratar de evitar la marcha hacia la recesión, la Reserva Federal anunció el miércoles que mantendrá las tasas de interés a niveles mínimos y reconoció que "se ha incrementado el riesgo de recaída".
Paul Krugman resumió la tendencia: "¿De dónde se supone que iba a venir el crecimiento? Los consumidores, todavía agobiados por la deuda que contrajeron durante la burbuja inmobiliaria no están para muchos gastos. Las empresas no ven una razón para crecer teniendo en cuenta la falta de demanda de los consumidores".
Kenneth Rogoff, profesor de Harvard, señala que "no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera o inflación".
A las evidencias del malestar en Estados Unidos se han unido dudas sobre la solvencia de Italia. El Gobierno tuvo que anunciar una poda de los fondos a las regiones y las administraciones locales a razón de 6 mil millones de euros en 2012 y otros 3 mil 500 millones 2013.
El pánico regresó a las bolsas del mundo, el Dow Jones se desplomó 5,5% el lunes, el miércoles sufrió otro descenso de 4,62% y el estimado de pérdidas por el descenso en el valor de las acciones en los principales mercados del mundo asciende a la impactante cifra de 4 trillones de dólares.
A tres años del estallido de la burbuja hipotecaria la economía global camina en el pantano del alto endeudamiento, rivalidades políticas y bancos centrales que junto a los gobiernos ya han aplicado buena parte de la receta recomendada por muchos analistas: rebaja de tasas, inyección de dinero y estímulo a través del gasto.
vsalmeron@eluniversal.com
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