El tenor de varios micronutrientes aumenta de forma marcada en ocho cultivos básicos desarrollados en Brasil.
Por Fabíola Ortiz
Por Fabíola Ortiz
- En menos de 10 años, los consumidores de Brasil tendrán a mano ocho superalimentos que desarrollaron científicos de este país. La iniciativa piloto ya se aplica en 15 municipios.
La biofortificación es una mejora genética convencional para elevar las concentraciones de micronutrientes en alimentos básicos mediante técnicas de laboratorio y de campo.
La idea es simple: combatir la deficiencia de micronutrientes, que puede causar anemia, ceguera, problemas inmunológicos y retardo en el desarrollo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 2.000 millones de personas tienen esta carencia en todo el mundo.
Una década atrás, la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) inició esta línea de trabajo con el proyecto BioFORT, como parte de una alianza internacional para desarrollar variedades con gran contenido de micronutrientes.
Embrapa escogió los alimentos preferidos en las mesas brasileñas: arroz, frijol, frijol caupí, mandioca, boniato, maíz, zapallo y trigo.
“Buscamos aumentar los tenores de hierro, zinc y provitamina A. Son los nutrientes que más faltan, no solo en Brasil, sino en América Latina y en el mundo, causantes de lo que llamamos hambre oculta”, dijo a Tierramérica la ingeniera de alimentos Marília Nutti, coordinadora de BioFORT.
El hierro es clave. La mitad de la población infantil de Brasil sufre algún grado de deficiencia de este elemento, señaló Nutti.
Se trabaja en cruzas de plantas de la misma especie, seleccionando las semillas que presenten mejores características de micronutrientes.
“No es transgénesis. Queremos una dieta variada. La biofortificación ataca la raíz del problema y tiene como objetivo a las poblaciones más pobres. Es científicamente viable y también en términos de costos”, argumentó.
El programa cuenta con el apoyo de HarvestPlus y AgroSalud, consorcios de investigación que operan en América Latina, África y Asia con recursos financieros de la Fundación Bill y Melinda Gates, el Banco Mundial y otras agencias internacionales de desarrollo.
Pero, ¿cuánto más nutritivos son estos nuevos alimentos? El frijol, por ejemplo, pasa de tener 50 miligramos de hierro por kilogramo a 90 miligramos por kilo. Y la mandioca, casi desprovista de betacaroteno, pasa a contener nueve microgramos de este compuesto promotor de la vitamina A por cada gramo de alimento.
En el boniato, los 10 microgramos de betacaroteno por gramo pasan a ser 115. Y el arroz experimenta un aumento de 12 a 18 miligramos de zinc por kilo.
En Itaguaí, un municipio industrial situado 70 kilómetros al sur de Río de Janeiro, casi 8.000 preescolares se benefician de estos alimentos supernutritivos.
Con unos 110.000 habitantes, Itaguaí tiene un producto interno bruto anual de 14.000 dólares por persona, y la mayoría de los asalariados perciben el sueldo mínimo mensual, unos 600 dólares. Era el escenario ideal para que la Embrapa arrancara el proyecto, distribuyendo los alimentos a la red de escuelas públicas, que los emplean en los almuerzos escolares.
Por ahora, el municipio planta boniato, zapallo, frijol y mandioca en un terreno de una hectárea que también se usa para capacitar a los agricultores familiares que abastecen a las escuelas.
“Itaguaí es un municipio modelo. Es el tercer año consecutivo que ganamos el premio a la mejor gestión de la merienda escolar. Tenemos proyectos muy audaces para alcanzar rápidamente a toda la red municipal de enseñanza en asociación con todos los agricultores familiares”, dijo a Tierramérica la secretaria de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del municipio, Ivana Neves Couto.
Esa red la conforman 62 escuelas y 17.000 alumnos. En 2010, la prefectura adoptó los alimentos enriquecidos en micronutrientes en 13 unidades preescolares, con casi 8.000 niñas y niños.
La meta es incluir a todos los agricultores familiares del municipio y, en un plazo de dos años, ofrecer alimentos biofortificados a todas las escuelas, además de mercados y ferias públicas de la ciudad.
Un elemento a favor es la curiosidad infantil. “Cuando decimos que son alimentos con más vitaminas, los niños se animan al ver los colores más fuertes, lo que despierta su interés e incentiva el consumo”, apuntó Couto.
Brasil es el único país que trabaja con ocho cultivos. Bangladesh, Colombia, India Mozambique, Nicaragua, Pakistán, Perú, República Democrática del Congo y Uganda investigan cada uno con un alimento.
El desafío, según Nutti, es que la biofortificación sea una política nacional de seguridad alimentaria, teniendo como ejemplo a Panamá, que ya la introdujo en la agenda de gobierno.
La iniciativa brasileña se encuentra en fase piloto de cultivo y está presente en 11 estados, en los que unos 15 municipios emplean estos alimentos en meriendas y almuerzos escolares.
Aunque se empezó en Itaguaí, la mira está puesta en estados del Nordeste, como Maranhão, Piauí y Sergipe, que son los más pobres.
En total, hay 67 unidades de cultivo y 1.860 agricultores familiares que trabajan directamente en esta producción, según Nutti.
La escala es bastante reducida para un país con 5.570 municipios y una población cercana a 200 millones de habitantes.
Las dietas pobres en hierro y zinc pueden causar anemia, reducción de la capacidad de trabajo, problemas en el sistema inmunológico, retardo en el desarrollo y hasta la muerte. La anemia es el mayor problema nutricional de Brasil.
Con una inversión de casi 10 millones de dólares, este proyecto reúne a 15 universidades, además de centros de investigación y prefecturas.
En 2014, Embrapa pretende desarrollar una prueba de impacto nutricional en la población, para medir los resultados de sus alimentos en comparación con los convencionales.
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