No lo digo yo, lo dijo el líder de la oposición en Australia Tony Abbott y la frase ha pasado a simbolizar el debate esperpéntico que el país mantiene acerca del cambio climático.
¿Han visitado alguna vez Australia? Si lo hacen, traigan crema solar. Aquí el sol pica de verdad. Es un fenómeno curioso porque no es necesario que la temperatura sea muy alta; los rayos del sol hieren, queman y duelen más que en ningún otro lugar. Y lo dice una que ha pasado algunos años tostándose bajo el sol asfixiante de Egipto.
Australia es uno de los países del mundo más afectados por el cambio climático. La temperatura media habrá aumentado entre 0,4 y 2 grados en 2030 y hasta 6ºC en 2070, se espera que caiga el nivel de precipitaciones y que suba el nivel del mar –ya ascendió 17 centímetros durante el siglo XX.
Australia es uno de los mayores emisores por cápita de gases de efecto invernadero y genera el 1,5% de las emisiones de dióxido de carbono del mundo. Emite 24,4 toneladas de dióxido de carbono por cápita y por año, solo por detrás de Bahréin, Bolivia, Brunei, Kuwait y Qatar. El país duplica la media de emisiones de la OCDE y cuadriplica la media global.
Sin embargo, negar la existencia del cambio climático y atacar cualquier medida para poner freno a las emisiones está de moda en Australia. Sus periódicos –controlados en un 70% por el magnate de la comunicación Rupert Murdoch- rechazan sistemáticamente que la temperatura del planeta esté cambiando.
Políticos de todos los colores se han apuntado al carro, con ejemplos inolvidables como el ministro de Energía y Recursos Gary Gray, que aseguró que las teorías sobre el cambio climático eran “ciencia pop” y “una conspiración de la clase media para aterrorizar a los niños”. Aunque más tarde cambió de opinión, lo cierto es que sus palabras reflejan el sentir de buena parte de la sociedad australiana.
Hoy mismo, el primer ministro, Kevin Rudd, ha anulado el impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono que impuso su predecesora, Julia Gillard. Aun así, Rudd ya ha avisado que la medida no es ningún regalo, que impulsará leyes más duras para la reducción de emisiones y que quiere reducirlas como mínimo un 5% en 2020.
La medida ha vuelto a levantar polémica en Australia, donde los llamados “negacionistas” han saltado furibundos a la yugular del primer ministro. La reacción no deja de sorprender, teniendo en cuenta que el país es uno de los más afectados por el cambio climático –con la sequía, los incendios y las inundaciones de Brisbane como pruebas más recientes.
Pero, ¿siempre ha sido así? La respuesta un no rotundo. En 2007 más del 65% de la población australiana estaba preocupada por los efectos del cambio climático y apoyaba medidas para prevenir sus efectos.
La cosa cambió enseguida. Casualmente, al mismo tiempo que varias empresas mineras –entre ellas BHP Billiton, la más grande del país- destinaban20 millones de dólares para financiar una campaña negacionista a través delthink tank Institute of Public Affairs (IPA).
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