Hace 20 años la Asamblea General de la ONU declaraba al cambio climático como “preocupación común de la humanidad” y se celebraba la Cumbre de la Tierra en Río. Desde entonces, mucha agua corrió bajo el puente. Algunas posibles soluciones están en marcha. Pero todavía hace falta una implementación colectiva. ¿Estamos a tiempo?
La toma de conciencia acerca del cambio climático tuvo diversas etapas y fue ampliándose a lo largo de los años. Allá por 1972 se realizó en Estocolmo la I Cumbre de la Tierra. Ssiete años más tarde, en 1979, se llevó a cabo la primera conferencia Mundial sobre el Clima en Ginebra. Recién en 1988 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al cambio climático como “preocupación común de la humanidad” y se creó el Grupo Intergubernamental sobre Evolución del Clima (GIEC).
Dos años más tarde, un primer informe del GIEC indicó que la Tierra parecía recalentarse y que las actividades humanas serían las responsables.
Los gases de efecto invernadero comenzaron a hacerse conocidos en la II Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro. Allí, la Convención de Río pidió que se regulen las emisiones de estos gases hasta el año 2000.
En 1997 llegó el Protocolo de Kioto, que estableció una fecha límite para la disminución de gases de efecto invernadero: antes del 2012. En 2005 entró en vigor dicho protocolo, pero la toma de conciencia sigue siendo lenta hasta hoy. Quizás, el hombre esperó demasiado para ponerse a trabajar en el tema.
Del 11 de diciembre de 1997, cuando se firmó el acuerdo, hasta la actualidad, sólo el Reino Unido y Alemania han hecho algún progreso en la lucha contra el calentamiento global. Francia, por su parte, se planteó la simple estabilidad de sus emisiones para el año 2010. Pero llegado el momento presente, parecería que las conversaciones son las mismas que hace dos décadas.
Ciudades ideales
Aunque la emisión de gases no ha disminuido satisfactoriamente, se están proyectando diversas maneras de vivir en un planeta más saludable: la lenta reconstrucción de la capa de ozono, el uso de energías renovables, la planificación de ciudades ecológicas.
El término “ecociudades”, que parece poco familiar, en algunos años no lo será tanto. Estas ciudades sustentables están pensadas para funcionar como pequeños conglomerados urbanos donde se pondrán en práctica lo que hace años se viene haciendo en pro del medio ambiente: uso de energías renovables, limitación al máximo de las emisiones de gases de efecto invernadero, uso de vehículos limpios (eléctricos, solares, o con hidrógeno), entre otras cosas.
En China, país con alarmantes daños medioambientales, ya se está avanzando en el desarrollo de estas ciudades. Aunque por ahora son sólo un proyecto sobre papel pensado que se concretaría dentro de unos años. El objetivo es lograr que los habitantes de estas futuras ciudades consuman sólo dos tercios de la energía que utilizan habitualmente en promedio. Una de las ventajas con las que contará la ecociudad Dongtan (que significa “playa del Este”) es que producirá su propia energía con aerogeneradores y paneles solares. También usará energía eólica y combustión de biogás proveniente de la cáscara de arroz y de los residuos orgánicos.
Todo será aprovechado y reciclado. Las aguas pluviales y servidas, después de ser tratadas, serán utilizadas en regadíos. Y los desechos orgánicos se usarán como abono. Esta ciudad también pondrá en acción una agricultura biológica. Y contará con una reserva natural protegida por el Convenio de Ramsar, acuerdo internacional que reconoce la importancia fundamental de los humedales para la conservación global y el uso sostenible de la biodiversidad.
La urbanización está pensada para realizar los trayectos a pie o en bicicleta, o bien en transportes que utilicen hidrógeno, energía solar o autos eléctricos. La idea es trasladarse necesidad de usar petróleo. El transporte a nafta estacionará fuera de la ciudad.
Además de las ecociudades, se están llevando adelante proyectos de arquitectura ecológica o hábitat pasivo, que consiste en realizar construcciones de muy buen rendimiento energético. Se utilizan materiales modernos con el menor impacto posible sobre el medio ambiente y las técnicas más económicas en aprovisionamiento de agua (recuperación del agua que cae de los techos y del drenaje a través de estanques o arroyos temporarios). Y se construye respetando el entorno.
Lamentablemente, vemos que la arquitectura ecológica, la utilización de energías renovables, el uso de transporte limpio, el uso adecuado de los suelos y el tratamiento correcto de los residuos son sólo intentos de algunos gobiernos para comenzar la cuenta regresiva que nos devuelva un planeta habitable.
Aunque haya una toma de conciencia generalizada y se hagan las cosas como se debe, los daños que el hombre le ha provocado y le está provocando al medio ambiente, si bien no irreparables, tardarán mucho tiempo en subsanarse. Por ejemplo, la temperatura tardaría algunos siglos en volver a equilibrarse; el CO2 atmosférico demoraría entre 100 y 300 años en estabilizarse. La elevación del nivel del mar necesitará varios miles de años para volver a su normalidad.
Las conclusiones de la reciente Cumbre Río+20 reflejaron las contradicciones entre los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las distintas corrientes sociales. Las delegaciones oficiales de los 193 países que participaron de la Conferencia de Naciones Unidas en la capital carioca acallaron sus inquietudes y cerraron filas para defender ese documento intrascendente, casi irresponsable. Desde el secretario general de la ONU Ban ki-Moon, quien había ensayado un tímido cuestionamiento, hasta europeos, norteamericanos, japoneses y sudamericanos expresaron su “satisfacción” (¿?) con el resultado final. No hubo discusión científica, y los intereses políticos bloquearon hasta los avances más urgentes.
Obviamente, el texto fue recusado por las grandes ONG y la Cumbre de los Pueblos, que se organizó en forma paralela y convirtió en territorio propio un amplio parque en Flamengo. Después de 10 días de debate, las organizaciones suscribieron una declaración alternativa que entregaron a Moon. En ella se afirma que hubo “retrocesos significativos en relación a los derechos humanos ya reconocidos. La Río+20 repite el libreto de las falsas soluciones defendidas por los mismos actores que provocaron la crisis global”.
Nuestro único hogar conocido hasta ahora es el planeta Tierra, salvo que el Curiosity u otros similares descubran algo mejor. Pero eso lleva tiempo. Y no queda mucho para tomar real conciencia.
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