La Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible Rio+20 se clausura este viernes de la misma manera que se inauguró tres días antes: con un documento de mínimos que no hurga en las sensibilidades de nadie y que ciertamente no servirá de revulsivo para que la comunidad internacional reaccione con vigor ante el deterioro natural del planeta. En Río los líderes no han sido capaces de dar respuestas contundentes a las demandas de buena parte de la sociedad: de momento no habrá nuevos mecanismos de financiación para políticas de desarrollo sostenible, ni un acuerdo para crear una agencia que sea el brazo medioambiental de la ONU (actualmente lo que existe es el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente –PNUMA-), ni nuevos pasos al frente en la protección de los océanos, ni la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles o medidas que contribuyan a la erradicación de la pobreza en el mundo.
Fuentes del Gobierno brasileño, que ha sido el anfitrión y el impulsor de este acuerdo, admiten las dificultades para cerrar un texto más ambicioso, aunque también insisten en que el éxito de Río+20 radica en que 193 naciones hayan alcanzado un consenso rápidamente y sin entrar en amargas discusiones. Sin embargo, fuentes del equipo negociador de la Unión Europea (UE) abundan en la idea de que Brasil ha optado por el camino fácil de articular un documento que deje a todos mínimamente contentos, aunque sea a costa de sacrificar los avances reales que se esperaban de esta cumbre. “Ha primado la lógica de que es preferible tener cualquier acuerdo a no tener ningún acuerdo”, resumen de manera gráfica. Sin embargo, todas las fuentes consultadas opinan que este encuentro no caerá en saco roto. En este sentido, la delegación de Brasil asegura que la cumbre de Río alumbrará el camino para que medidas más concretas cristalicen en los próximos años.
Quizá sea injusto responsabilizar de la falta de ambición del documento final al país anfitrión, Brasil, ya que hay razones de gran calado que explican el fracaso. La primera de todas radica en el crítico momento que viven varios países de la UE y la situación en EE UU, aún empantanado en la superación de su crisis económica y con unas elecciones a la vuelta de la esquina. En época de crisis, las políticas medioambientales y sociales suelen quedar arrinconadas. Y eso es lo que ha sucedido en esta cumbre: el momento ha fallado.
De Río no han salido países ganadores, aunque sí infinidad de perdedores, sobre todo las naciones en vías de desarrollo. Quizá el Vaticano sea el único participante que se haya salido con la suya tras conseguir que se elimine de las conclusiones el término “derechos reproductivos” de la mujer, introducido por Brasil y que se refería a la libertad de la mujer para decidir sobre su maternidad
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