En los últimos años, en Venezuela se ha producido un proceso de politización progresiva de los temas ambientales en el país.
Cuando hablamos de politizar, queremos decir que se asume el enfoque ambiental como guía para realizar acciones colectivas dirigidas a mejorar el bienestar humano y la responsabilidad sobre la vida en nuestro planeta.
Este cambio es muy positivo para la sociedad venezolana, ya que los derechos y situaciones ambientales comienzan a ser percibidos como valores importantes para todos sus miembros.Pero, desafortunadamente este proceso tiene su cara oscura.
Los venezolanos nos encontramos en medio de un escenario político demencial, cuyos objetivos no son la gestión política de una nación en democracia, sino la lucha entre concepciones políticas antagónicas que se niegan mutuamente.
En esta situación, toda estrategia para vencer al enemigo es considerada válida. Por ello la política ambiental se convirtió en otra arma para la guerra.
En el medio de esta situación, o quizás como consecuencia de ella, en el último año, los temas ambientales aparecieron cada vez más frecuentemente en la agenda política y comunicacional del país.
Si hacemos una apretada lista de las situaciones ambientales más destacadas en el último año, es necesario incluir: El derrame petrolero de Guarapiche, la intensificación de la crisis de la Cuenca del Lago de Valencia, el deterioro de la calidad de agua potable en varias ciudades, las graves intervenciones en diversos Parques Nacionales, las obras públicas que deterioran la calidad del ambiente urbano, las fallas en los procesos de recolección de desechos sólidos y las permanentes situaciones de desastres naturales que afectan la vida de muchas poblaciones.
Las respuestas políticas a estos acontecimientos han sido cónsonas con el estado de guerra que vivimos, y, hasta cierto punto, reproducen las fases sicológicas del duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Por supuesto, no es posible trasladar de manera directa y exacta este modelo a un proceso político complejo, ni son visibles todas las etapas. A pesar de ello, estas nos pueden ayudar a entender lo que está pasando en las difíciles relaciones entre política y ambiente en el país.
Negación
En esta fase el paciente se niega a aceptar la realidad de su situación.
Esta es la respuesta gubernamental por definición. Por ello, oficialmente no se produjo impacto ambiental en Guarapiche, el agua de los acueductos en los estados Carabobo y Aragua es totalmente sana, el cambio climático es culpa de otros, etc. Estas afirmaciones se repiten, aún en los casos en que es imposible negar situaciones evidentes.
Pero la negación tiene aristas aún más perversas: La negación de la información, la negación a aplicar la legislación vigente y la negación a ver (o ceguera políticamente inducida)
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La negación de la información ocurre cuando, las autoridades a distintos niveles de la administración pública, se niegan de manera sistemática a suministrar información sobre cualquier situación ambiental: sean indicadores de calidad de agua, tasas de deforestación, volúmenes de desechos recogidos o presupuestos asignados. Esto ocurre aún en los casos que por mandato constitucional o por Ley están obligados a suministrar información a solicitud de comunidades o grupos de interesados.
La negación de la información ocurre cuando, las autoridades a distintos niveles de la administración pública, se niegan de manera sistemática a suministrar información sobre cualquier situación ambiental: sean indicadores de calidad de agua, tasas de deforestación, volúmenes de desechos recogidos o presupuestos asignados. Esto ocurre aún en los casos que por mandato constitucional o por Ley están obligados a suministrar información a solicitud de comunidades o grupos de interesados.
Este año llegamos a la negación política extrema, cuando por decisión de un tribunal se prohibió que los medios de comunicación social divulguen información sobre la calidad del agua en el país. No se puede informar de lo que oficialmente no existe.
Igualmente, la negación a la aplicación de las leyes queda demostrada por el hecho de que en ninguno de los casos recientes se adelantaron procedimientos judiciales. Esto, a pesar de que la Ley Penal del Ambiente vigente obliga a las autoridades a ejercer acciones y castigar a los culpables ¿Cómo investigar lo que no ocurrió?
Finalmente, la negación a ver, una especie de ceguera unilateral, se expresa en documentos y declaratorias políticas. En los mismos se hacen críticas, a veces muy justificadas, contra la acción de las corporaciones globales y el neo-liberalismo económico como causantes del daño ambiental. Pero a la vez, estos mismos documentos encubren el grave estado de deterioro existente en el país, causado en gran medida por instituciones del gobierno nacional.
Por su parte, en el campo de la oposición política del país, la negación ocurre por exclusión o dilución de los temas ambientales en su discurso, y, cuando estos temas aparecen, lo hacen como ideas más o menos difusas, mal pegadas a una oferta imprecisa de progreso. Desde esta perspectiva, el ambiente desaparece como elemento fundamental del bienestar humano.
Hemos llegado a un extremo de negación que vemos a toda una sociedad que cree posible seguir su vida “normal” a pesar de las claras señales de que nuestro entorno de deteriora de manera peligrosa y a veces irreversible.
Ira
La ira es la respuesta de rabia y frustración ante una situación dramática que ya no puede negarse. La persona con ira se vuelve agresiva y necesita conseguir culpables de su situación.
Esta es la reacción de muchos dirigentes gubernamentales a toda crítica o información sobre una situación ambiental, y por ello los denunciantes son descalificados, excluidos o criminalizados.
Esta situación genera una respuesta refleja desde los grupos afectados, principalmente ONG, medios de comunicación y universidades. En estas instituciones es frecuente oír a sus integrantes expresar indignación por los efectos de la hostilidad gubernamental, por lo que como una forma de represalia niegan valor o legitimidad a las propuestas y acciones gubernamentales.
Otra manifestación de la ira ocurre cuando algunos políticos de oposición utilizan cada situación o evento ambiental como oportunidad para enfatizar su mensaje sobre la incompetencia del gobierno.
Las consecuencias de la ira es el cierre de toda oportunidad de diálogo y trabajo en común, alejando las posibilidades de conseguir soluciones eficaces, viables y de largo plazo.
Negociación, depresión y aceptación
Las tres etapas siguientes son actualmente menos obvias y se manifiestan de formas menos intensas.
La negociación es el intento de la persona de posponer o retrasar lo inevitable.En este caso la negociación ocurre cuando las autoridades posponen las soluciones efectivas o definitivas a problemas ambientales graves “negociando” con los afectados la promesa de conseguir un remedio a su situación en algún futuro.
Asimismo se negocia sustituyendo las soluciones efectivas y permanentes por falsas soluciones. Por ejemplo, sí la comunidad no tiene suministro continuo de agua, se reparten toneles y se suministra agua en camiones; sí la comunidad se inunda se promete establecer una mesa de trabajo entre la comunidad y algunas autoridades.
Este permanente “correr la arruga” termina empeorando la situación de las comunidades afectadas.
La depresión nace de la convicción de que no hay salida o solución a la situación existente. Es la condición que expresan con mucha frecuencia profesionales que laboran en muchos organismos de gestión ambiental, miembros de ONG e investigadores en universidades, pero también aparece en comunidades que sufren situaciones graves por períodos largos de tiempo.
La persona o comunidad deprimida tiene la sensación de “que esto se jodió”, por lo que no vale la pena intentar buscar soluciones e incluso paraliza todo deseo de buscarlas.
Finalmente, la aceptación nace de reconocer lo inevitable y de asumir sus consecuencias. Esta etapa, aunque compleja y, a veces muy dolorosa, permite avanzar y eventualmente superar las situaciones penosas.
Entre más rápido podamos como sociedad llegar a esta etapa, más posibilidades tendremos de reconocer y avanzar hacia la solución de nuestros problemas.
La aceptación de nuestra realidad ambiental será la oportunidad de tomar conciencia de que no podemos seguir viviendo como si el deterioro ambiental no existiera, como si no nos afectara, como si no nos importara, y a seguir dejando nuestro presente y futuro en manos de los que no les importa.
En cambio será la oportunidad de comenzar a participar, cada uno de nosotros, en la construcción de una gestión ambiental eficaz, responsable, justa y solidaria dirigida a lograr una buena vida para todos los venezolanos.
Todas las imágenes añadidas a este texto son del artista inglés Banksy
Publicado por Alejandro Álvarez Iragorry
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