Según el especialista en climatológico Eduardo Sierra “La Niña entra en su etapa decisiva”. Durante la primera parte de la primavera, la intensidad de “La Niña” fue moderada por la persistencia de un amplio foco con aguas cálidas, ubicado en el Atlántico, que actúa como factor compensador, “mejorando el aporte de humedad hacia el interior del Continente Sudamericano”.
“Gracias a ello, las lluvias de octubre y la primera quincena de noviembre fueron abundantes, permitiendo una buena implantación y arranque de los cultivos de verano, generando una sensación de optimismo entre los productores y técnicos”, dijo Sierra.
Pero, tal como es normal en la mayoría de los episodios de “La Niña”, las precipitaciones de la segunda quincena de noviembre y la mayor parte de diciembre fueron escasas, “siendo acompañadas por fuertes calores, que provocaron una elevada evaporación, consumiendo las reservas de humedad en la mayor parte del área agrícola nacional”.“Gracias a ello, las lluvias de octubre y la primera quincena de noviembre fueron abundantes, permitiendo una buena implantación y arranque de los cultivos de verano, generando una sensación de optimismo entre los productores y técnicos”, dijo Sierra.
“Esta evolución reavivó el temor de que pudiera repetirse un impacto negativo como el registrado en la campaña 2008/2009, generando una sensación de alarma en gran parte del sector agropecuario argentino”, reveló el experto.
Sin embargo, reiteró que “esta evolución se repite en la mayoría de los episodios de La Niña, haciendo que el verano comience con los suelos desprovistos de humedad, lo cual pone a los cultivos estivales en una situación de extrema dependencia con respecto a las lluvias de enero y febrero”.
En la mayor parte de los episodios de “La Niña”, a partir de mediados de enero comienzan a producirse precipitaciones, que reponen las reservas de humedad de los suelos, “permitiendo que los lotes de cultivos se recuperen y se arribe a un resultado productivo que, aunque no suele alcanzar una cifra récord, es suficiente para obtener una adecuada rentabilidad”, explicó.
Día tras día, la sequía que se inició en diciembre se extiende y deteriora los cultivos. Los campos maiceros corren riesgo de perder el 60% de la producción, porque la cosecha se juega este mes, mientras que la de la soja tiene algunas semanas más de margen, hasta febrero, a la espera de las ansiadas lluvias.
Las peores condiciones se registran en el sur de la provincia de Córdoba. En la provincia de Buenos Aires, golpean en la producción del norte, centro y oeste, aunque las condiciones mejoran en los suelos más próximos a la Costa Atlántica. En el extremo sur de Santa Fe ya se habla de pérdidas irreversibles de cultivos de maíz.
La falta de lluvias no afecta sólo a las siembras sino también a los animales. Desde la Federación Agraria Argentina (FAA) advirtieron que miles de animales están murieron porque las napas no se recomponen y no tienen para tomar agua en la zona norte de la región ganadera de Santa Fe.
Paralelamente, “parece estarse produciendo una acentuación del régimen térmico, observándose una marcada alternancia entre prolongados lapsos cálidos, con temperaturas máximas muy elevadas, que causan un fuerte consumo de humedad, y cortas pero muy vigorosas irrupciones de corrientes frías, que producirán lluvias quizás muy tardías.
Gustavo Carrasquel | ANCA 24
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