ENVIADO POR: ECOTICIAS.COM / RED / AGENCIAS, 28/01/2013, 11:06 H
“Nuestro veneno cotidiano. La responsabilidad de la industria química en la epidemia de las enfermedades crónicas”, es un libro escrito por Marie-Monique Robin, una valiente escritora e investigadora, que ha denunciado en su libro, como nos envenenan de una forma descarada sin que las autoridades sanitarias hagan nada por evitarlo. El libro bien pudiera presentarse en un Juzgado para que se tomara acciones judiciales contra la industria química y ordenar de forma inmediata, la incautación de miles de productos químicos que ocasionan la muerte y enfermedades en nuestra sociedad globalizada.
Según se expone en la contraportada del libro, en los últimos treinta años el índice de cáncer ha aumentado más de un 40%. En este mismo periodo, el incremento de enfermedades como la leucemia y los tumores cerebrales en niños ha sido, aproximadamente, del 2%. Se constata en los países desarrollados, en el estado de bienestar, una evolución similar en problemas de origen neurológico (Parkison y Alzheimer) y múltiples disfunciones en la reproducción. Dos años le ha bastado a Marie-Monique para poner sobre la mesa el cóctel químico de la irresponsabilidad de los Estados, en la protección de la salud de sus ciudadanos. Hay dos preguntas claves que deberían de ser portada en todos los servicios informativos: ¿Cómo es posible que no exista información sobre los componentes tóxicos que conllevan infinidad de alimentos? ¿Cómo es posible que la ciencia esté al servicio de las multinacionales y sus intereses y no al servicio del progreso humano y la salud?. Preguntas claras con respuesta transparente: interés económico y poder.
En el libro se realiza numerosas entrevistas a expertos en materia de sanidad, químicos, médicos...se señalan decenas de informes que certifican el aumento de enfermedades derivadas de los productos químicos (herbecidas, insecticidas, colorantes, conservantes, edulcorantes, etc,). Productos que no han sido analizados ni testados para comprobar el daño a los seres vivos. Dan salida a miles de productos químicos anualmente sin control y para demostrar su toxicidad, se necesita comprobar que dañan a las personas, en lugar de actuar con el principio de precaución y no dejar salir ningún producto al mercada hasta certificar su inocuidad.
Sólo con los pesticidas, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud en 1990, al año se contabilizaban entre uno o dos millones de casos por envenenamientos no voluntarios ocurridos en accidentes relacionados con actividades de pulverización. A ello se añade dos millones de intentos de suicidios. Hoy en día las cifras han podido duplicarse. Y aquí, Marie denuncia en su libro en que si nos encontramos en este punto, es también porque los políticos han dejado a los industriales dictar su ley que consiste en “exigir que se demuestre la toxicidad de sus productos antes de cualquier reglamentación, lo que equivale a aplicar el principio del derecho penal a las sustancias presuntas inocentes mientras no se demuestre su culpabilidad, como denuncia Geneviève Barbier y Armand Farrachi en su libro “La sociedad cancerígena”. Aquí radica el gravísimo problema.
Hace 70 años, ya existían informes clínicos y experimentales muy detallados, que demostraban que la mayoría de los agentes químicos muy utilizados en la época, como el arsénico, el benceno, el amianto, los colorantes sintéticos o las hormonas, se consideraban cancerígenos para los humanos, según declara Devra Davis, epidemióloga estadounidense en su libro “La historia secreta de la guerra del cáncer”. Si todos los investigadores ya habían comprendido que la causa principal de la explosión de los cánceres, era le exposición a agentes químicos y si por añadidura, sigue diciendo Devra, sabían ya como había que proceder para limitar los daños causados por los venenos ¿por qué no se les escuchó? La respuesta es tan simple como la pregunta una vez más: si se ignoraron lo trabajos y recomendaciones de todos estos investigadores que presentaron los informes, es porque a partir de la década de 1930, la industria empezó a organizarse para controlar y manipular la investigación sobre la toxicidad de sus productos llevando a cabo una guerra despiadada contra todos los científicos que querían mantener su independencia en nombre de la defensa de la salud pública. Devra, durante una conferencia en el Museo de Carnegie de Historia Natural de Pittsburg el 15 de octubre de 2009, exclamo que desde 1971, se ha declarado una guerra contra el cáncer y la enfermedad no ha dejado de crecer “¿Por qué?. Porque el desde el principio luchamos con armas inadecuadas, privilegiando la investigación de tratamientos en vez de la prevención....pero afirmo, que mientras que no se luche contra los contaminantes químicos, contra las hormonas de síntesis, contra los pesticidas o contra las ondas, no se podrá ganar la guerra contra el cáncer. Para ello, hay que tener el valor de hacer frente a los poderosos intereses y a las mentiras de los industriales que ocultan la peligrosidad de sus productos, como han hecho durante tanto tiempo los fabricantes del tabaco”.
Los doctores LaSalle Lefall y Margaret Kripke que dirigieron durante un año el “President`s Cancer Panel” dirigieron una carta al Presidente de Estados Unidos Barack Obama:
“Señor presidente, en 2009 aproximadamente un millón y medio de hombres, mujeres y niños estadounidenses han sido diagnosticados con un cáncer y 562.000 han muerto de la enfermedad. Nuestro Panel constató con inquietud que se ha subestimado groseramente el peso real de los cánceres debidos a factores medioambientales. Con unos 80.000 productos químicos actualmente en el mercado, gran cantidad de los cuales los utilizan los estadounidenses cotidianamente aunque han sido testados parcialmente o no lo han sido en absoluto y aunque están mal reglamentados, la exposición de estas sustancias cancerígenas está muy extendida......Por ello el panel pide encarecidamente que utilice todo el poder que le confiere su función para retirar de nuestra alimentación, de nuestra agua y de nuestro aire, todas las sustancias cancerígenas y otras toxinas que aumentan inútilmente la factura de gastos sanitarios, debilitan la productividad de la nación y devastan la vida de los estadounidenses”
Richard Clapp, epidemiólogo de Boston, declara en este libro que “es hora de abrir loa ojos sobre el papel fundamental que desempeña la contaminación química en el aumento sin precedentes de los cánceres, pero también de las enfermedades neurodegenerativas o de las disfunciones de la reproducción, que caracterizan el mundo industrial”
El 7 de mayo de 2004, en la UNESCO, durante el coloquio “Cáncer, medioambiente y salud”, el profesor Dominique Belpomme, hizo una declaración firmada por todos los asistentes denominada el “Llamamiento de París”, en la que decía: “Nosotros, científicos, médicos, juristas, humanistas y ciudadanos, convencidos de la urgencia y de la gravedad de la situación, declaramos que: el desarrollo de muchas enfermedades actuales se debe a la degradación del medio ambiente; la contaminación química constituye una grave amenaza para los niños y para la supervivencia del ser humano; como nuestra salud, la de nuestros hijos y las de las generaciones futuras está en peligro, lo que está en peligro es la propia especie humana”. Declaraciones de este tipo realizada por profesionales, ha sido ocultada a la sociedad por la clase política, fieles títeres de las grandes multinacionales.
Marie-Monique puntualiza en su libro, que el 11 de enero de 2010, tuvo un encuentro con Andreas Kortenkamp, un científico de origen alemán que es autor sobre todo de un informe sobre el cáncer de mama que presentó a los eurodiputados el 2 de abril de 2008, y en el que decía que el aumento permanente de la tasa de incidencia de este cáncer que hoy afecta a una mujer de cada ocho en los países industrializados y representa la primera causa de muerte de cáncer de las mujeres de treinta y cuatro a cincuenta y cuatro años, se debe principalmente a la contaminación química.
Si se sabe todo esto y se ha presentado a los eurodiputados, esto significa que son cómplices de asesinatos masivos a la población humana, ya que no se toman medidas efectivas y sanitarias, para evitar que los productos químicos acampen a sus anchas, permitiendo la entrada de cientos de productos químicos al año sin ningún tipo de control. Esta es la información clave que revela este libro y que se acusa directamente a los responsables, ya que no se toman medidas para evitar millones de muertes originadas por miles de productos químicos sin control. Andreas denuncia “que hay en Europa entre 30.000 y 50.000 productos químicos en el mercado, de los cuales solo se ha testado un 1%. Todos los demás son sospechosos cancerígenos hasta que no se demuestre lo contrario”.
Marie-Monique es su libro de 667 páginas aclara que la aplicación del principio de precaución de los productos químicos, no provocaría una catástrofe económica, sino al contrario, permitirá ahorrar mucho dinero en los gastos millonarios que se derivan de las enfermedades cancerigenas de todo tipo, pero claro, entonces y como le dijo el epidemiólogo Richard Clapp “la lógica del principio de precaución va en contra de los intereses privados de las industrias farmacéuticas para la que el cáncer representa el cangrejo de oro” y añadió: “Ahora bien, quienes nos venden los medicamentos para curar nuestras enfermedades crónicas son también quienes nos han contaminado y siguen contaminándonos. Ganan en todos los frentes”.
En este sentido, la toxicóloga Jacqueline Verrett, escribía en 1994: “Es necesario que las agencias de reglamentación dejen de prestar derechos a los productos químicos. Los productos químicos, no tienen ningún derecho, quienes lo tienen son las personas....”
Un rayo de esperanza.
Para poner una luz a todo este entramado y mientras que nuestros políticos no quieran poner solución al origen del cáncer, ya que existen cientos de estudios que señalan el causante del mismo, debemos poner solución inmediata y protegernos nosotros mismos. Marie-Monique termina en conclusión, que se debe de cambiar de paradigma en esta lucha y buscar el bienestar de la humanidad. Mientras tanto el profesor Richard Bèliveau la explicó que “el cáncer es como una mala hierba, para iniciarse necesita un grano. Este debe ser alimentado por unos agentes promotores para poder desarrollarse. Cuando se consume alimentación industrial y transformada, que utiliza, por ejemplo, aceites hidrogenados o grasas trans, ricos en omega 6, uno se pone metabólica y fisiológicamente en modo proinflamatorio y se favorece el crecimiento del grano. En cambio, si se consume gran cantidad de vegetales, se bloquea el desarrollo de la mala hierba”.
Este mismo profesor que es titular de la cátedra de prevención y tratamiento del cáncer de la Universidad de Québec en Montreal y dirige según nos comenta Marie-Monique en su libro, un equipo de treinta investigadores que estudian el potencial anticancerígeno de las frutas y verduras, es autor de más de doscientas treinta publicaciones en revistas médicas internacionales y cuenta que : “Lo que ha demostrado la investigación en el curso de sus últimos veinte años, es que algunos vegetales contienen unas moléculas que farmacológicamente tienen el mismo efecto que algunos medicamentos de quimioterapia gracias a sus componentes. Algunas de estas moléculas son citotóxicas: destruyen las células cancerosas. Otras son proapoptóticas: llevan a la célula cancerosa a suicidarse. Otras aún son antiinflamatorias: bloquean la inflamación que necesita la célula cancerosa para favorecer el desarrollo. Cuando el cáncer está en su infancia y lentamente trata de implantarse, consumiendo estas moléculas, se crea un entorno hostil que impide la selección clonal de la células cancerosas iniciadas, las cuales van a dar un cáncer. Por consiguiente, por medio de la alimentación, se puede prevenir la promoción del cáncer. Este arsenal de moléculas anticancerosas está presente en la familia de las crucíferas: repollos, coliflores, coles de Bruselas o, el mejor de todos, el brócoli, cuyos glucosinolatos favorecen la apoptosis (muerte celular programada). Hay también la familia allium: el ajo, la cebolla, los puerros o las chalotas, cuyos componentes sulfurados constituyen una excelente protección contra el cáncer, sobre todo de próstata. Existen además, la familia de los pequeños frutos rojos: los mirtilos, las moras, las grosellas y sobre todo, las frambuesas, que contienen ácido elágico cuya virtud es bloquear la angiogénesis (crecimiento de vasos sanguíneos nuevos que los tumores necesitan para crecer). No hay que olvidar el Te verde, que bloquean la iniciación de la angiogénesis: yo mismo he testado su efecto en líneas de células cancerosas y he constatado que relentiza el crecimiento de células de la leucemia, del cáncer de mama, de próstata, del riñón, de piel y de boca. Hay también el chocolate negro, los cítricos o el vino tinto que contienen resveratrol”
¿Por qué no se conoce todo esto?, le pregunta Marie-Monique. Richard coontesta que “por que no se gana dinero con los resultados de mis estudios. Tengo que pelear constantemente para obtener financiación. Tomemos el ejemplo de la curcumina, que es el principal constituyente de la cúrcuma, en al que muchos estudios han demostrado que es un poderoso antiinflamatorio que actúa en todas las etapas del cáncer”. La cúruma no se puede patentar ya que se utiliza en india desde la noche de los tiempos, siendo uno de los ingredientes del curry en la gastronomia y que aporta el color amarillento intenso procedente de la raíz de la planta.
Tomar agua de mar también evita y previene numerosas enfermedades y evita la desnutrición.
Mientras tanto, se siguen autorizando la salida de decenas de productos químicos contaminando nuestro medio ambiente, la vida, nuestra salud...¿hasta cuando? La deshumanización del hombre ha llegado a poner en primer lugar el negocio y la riqueza y en el último término la vida de los seres vivos, la vida de la propia humanidad. Espero que las generaciones futuras se den cuenta del error y puedan dirigir sus vidas hacia el bienestar de la salud, poniendo en primer lugar, la vida y la igualdad, si es que llegan a tiempo.
PEDRO POZAS TERRADOS (NEMO)
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