Por Odalys Troya Flores (Prensa Latina*) La Habana, (PL) El agua dulce se sigue agotando. El reciente desprendimiento del glaciar Jakobshavn Isbrae en Groenlandia, una masa de hielo de siete kilómetros, refuerza las advertencias sobre los peligros que significa la pérdida de ese recurso esencial para la vida. Científicos aseguran que el aumento de la temperatura global, como resultado del cambio climático, es una de las causas de la disminución de estas masas heladas que contienen el 74 por ciento del agua dulce del planeta. Lo que ocurrió en esta norteña isla sucede en todos los continentes: en los Andes y en el Himalaya, en las Rocosas y en los Alpes. El glaciar Chacaltaya en la cordillera andina, en Bolivia, con 18 mil años de existencia despareció antes del 2015, fecha estimada por los científicos para el colapso de esta masa helada. Fue la pista de esquí más alta del mundo, a cinco mil 300 metros sobre el nivel del mar, y ahora sólo algunas placas de hielo aisladas sobreviven en la elevada montaña. En Europa, la superficie congelada de los Pirineos en la vertiente española disminuyó de mil 779 hectáreas, desde el año 1894, a 290 hectáreas, hasta el 2000. Asimismo, el último glaciar de Indonesia, el Puncak Jaya, se derrite a ritmo acelerado, afirmó el científico estadounidense Lonnie Thompson, investigador de glaciares, quien teme que su ocaso sea en pocos años y no en décadas, como calculaba hasta hace poco. En tanto, la organización ambientalista Greenpeace confirmó que buena parte de los 20 mil kilómetros cuadrados de glaciares entre Argentina y Chile han experimentado un severo adelgazamiento y un serio retroceso de varios kilómetros. De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, el promedio de la temperatura global en los últimos 100 años aumentó 0,74 grados y la cubierta de hielos permanentes y nieve decreció a escala global. Asegura que el calentamiento podría incrementar los riesgos de "mortalidad, contaminación, catástrofes naturales y enfermedades infecciosas". Indica, además, que de los últimos 12 años, 11 fueron los más calurosos desde 1850 y se prevé que el aumento va a seguir en este siglo. Cada vez son más frecuentes las noticias sobre semejante desastre, ninguna anuncia la formación de un nuevo casquete de hielo ni glaciar. Si dejaran de existir se perdería el mayor reservorio de agua dulce del mundo. La humanidad contaría sólo con el pequeño porcentaje de ese líquido que se encuentra en los ríos, lagos y en acuíferos subterráneos. Pero, otros peligros acechan también: la contaminación y su mal manejo. Todos los estudios apuntan a que los seres humanos en su afán de desarrollo - donde prima el consumismo - agotan de forma acelerada los recursos del planeta que le son indispensable para vivir. Lamentablemente este desenfreno obliga a recordar la frase del comediógrafo latino Tito Maccio Plauto (254 a. C. - 184 a. C.) en su obra Asinaria: "homo homini lupus est" (el hombre es un lobo para el hombre). Ojalá, pronto acudamos a la de Séneca quien, como contrapunto, escribió que "el hombre es algo sagrado para el hombre". Lo cierto es que el agua dulce o potable es cada vez más escasa. Lo mismo se pierde en campos de golf, los cuales pueden llegar a consumir la misma cantidad de agua que una ciudad de 20 mil habitantes; o se contamina con la explotación de oro, que ocasiona el vertimiento de toneladas de mercurio a los ríos y lagos, o con los desechos de disímiles industrias. A ello se añade la construcción de enormes represas hidroeléctricas sin el consabido estudio de impacto ambiental, incluso con él, que le roban el agua a los ríos que ven estrechar a velocidad increíble sus caudales, como ocurre con El Colorado, en Estados Unidos. Actualmente, más de 40 mil embalses retienen el agua potable del mundo entero, y alrededor de 500 mil kilómetros de ríos han sido dragados y canalizados para la navegación. Por otra parte, los humedales, que juegan un importante papel en el ciclo del agua, también van cediendo espacio a los desmanes de los seres humanos. En estos momentos, los de Louisiana y del Mississippi, en el sur de Estados Unidos, presentan severos daños a causa del derrame de crudo tras el accidente de la plataforma de la British Petroleum en el Golfo de México. Mientras aumenta el consumismo con sus desastrosas consecuencias y se enferma el recurso hídrico, ni las lluvias, ni los glaciares, ni las marismas pueden reponerla. Junto al agotamiento del agua crecen las alertas sobre una guerra por su reparto porque cada vez son menos quienes disfrutan sus beneficios. Diversas fuentes indican que una persona de cada cinco ya no tiene acceso al agua potable y una de cada tres no dispone de medios de saneamiento adecuados. Sin embargo, su demanda a nivel mundial se dobla cada 20 años por el aumento de la población y se estima que para el 2025 dos de cada tres personas podrían carecer del preciado recurso. Tal contexto podría derivar en conflictos internacionales pues algunos países tratarían de desviar agua de sus vecinos hacia sí. Y es que el 40 por ciento de la población del planeta se surte de agua de cuencas hidrográficas internacionales que comparten dos o más países, y para eso apenas existen tratados que permitan distribuirla equitativamente, a pesar de que desde 1820 se han firmado en el mundo más de 400. La competencia por controlar y explotar de forma privada el agua - aun cuando puede considerarse como un patrimonio común de la humanidad - también será un detonante en una posible guerra. Para evitarla, así como para conservar la especie humana y la naturaleza que le da vida, los llamados a proteger al planeta y sus recursos crecen. Oídos sordos prevalecen entre los responsables de la depredación humana que descansa en un sistema que a su vez se sostiene del consumismo desmedido. "O muere el capitalismo o muere la Madre Tierra", previno en abril último el presidente de Bolivia, Evo Morales, anfitrión de la Cumbre sobre Cambio Climático, organizada por su gobierno junto a pueblos indígenas y movimientos sociales. El dignatario alertó que el mundo está ahora en una "encrucijada definitiva" entre el capitalismo y la vida en armonía con la naturaleza. (*) La autora es periodista de la Redacción Sur de Prensa Latina. rr/otf | |
Modificado el ( martes, 27 de julio de 2010 ) |
jueves, 29 de julio de 2010
íPeligro! Perdemos el agua dulce
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