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domingo, 8 de abril de 2012

Denunció acoso, no la creyeron y a los 15 días su jefe le amputó

El caso de Mª José Madrazo pone claramente en evidencia la desprotección de las personas que sufren algún tipo de violencia en el trabajo. Mª José denunció el acoso que estaba sufriendo y nadie le tomó en serio: ni la Seguridad Social, ni la mutua. A los 15 días de volver al trabajo fue agredida por el dueño del bar en el que trabajaba a quien hoy un tribunal ha condenado a tres años de prisión. Tras recuperarse de la agresión se veía obligada a volver, pero la mutua lo evitó con una baja por daños psicológicos. Su caso muestra la necesidad de arbitrar medidas cautelares para que quienes sufren una agresión en el entorno laboral tengan algún tipo de protección.


María José Madrazo llevaba doce años trabajando en un conocido pub del barrio bilbaino de Deusto. Sus problemas comenzaron cuando los anteriores dueños del bar se jubilaron y traspasaron el negocio. Los anteriores dueños no trabajaban directamente en el bar y los camareros lo gestionaban de manera responsable, entre los tres trabajadores sumaban 50 años de antigüedad y eso no parecía interesar a los nuevos dueños que desde el primer momento les sometieron a un trato vejatorio tratando de que se marcharan: '¿Qué se siente al saber que os vais a ir todos a la puta calle?' es una de las primeras frases que pronunciaron los nuevos dueños y que María José recuerda con claridad.


Asumir las cargas laborales era condición indispensable para quedarse con el traspaso del bar, y desde el principio los nuevos dueños iniciaron un proceso de menosprecio, de críticas hirientes a la forma de trabajar de los tres empleados con expresiones como 'vosotros no sabéis ni poner un vino', 'sois unos cerdos', 'no sé cómo habéis aguantado en este trabajo tantos años con tantas torpezas', 'sois unos vagos'. Los tres profesionales de la hostelería, con muchos años de experiencia a sus espaldas y con un prestigio ganado a pulso entre la clientela de Deusto, entraron a formar parte de un pequeño infierno cotidiano.


Los nuevos dueños tomaron decisiones que alejaron a la clientela habitual: prohibieron a los trabajadores tener detalles con los clientes, cambiaron de proveedores y optaron por materias primas de peor calidad, redujeron el tamaño de los pinchos de tortilla y los estudiantes dejaron de ir a desayunar al que había sido uno de los bares más populares del barrio.
Empieza el acoso


El primer episodio de violencia física y verbal que sufrió Maria José Madrazo se produjo en las Navidades del año 2008: “por primera vez en mi vida laboral, se me olvidó la camisa del trabajo y la dueña me impidió llamar a mi marido para que me la trajera con la excusa de que estaba prohibido que los empleados llamarann al móvil' explica María José. Al final, la trabajadora consiguió llamar a su marido y tardó 20 minutos en traérsela. Pero en ese intervalo se destapó todo el odio contenido de la jefa hacia la trabajadora y toda su rabia por la popularidad que Mª José tenía entre la clientela. La dueña del bar la acorraló y empezó a chillarle amenazándola con despedirla por haber olvidado una camisa.


Por la noche, una vez cerrado el bar, su socio y compañero sentimental organizó una reunión con los tres camareros para intentar solucionar la discusión de la tarde pero perdió de nuevo los papeles cuando Maria José le explicó que no se le podía faltar el respeto a los trabajadores: “Se puso nervioso y también él empezó a chillarme –explica Mª José- me dio un empujón de frente en los hombros y cuando le grité que me estaba agrediendo y que le iba a denunciar, me empujó otra vez con mucha chulería. Me marché horrorizada acompañada por el camarero testigo de los hechos”.


En su afán por conservar su puesto de trabajo la trabajadora no acudió a la policía para denunciar la agresión. A partir de ese día a la trabajadora le quitaron el turno de mañana. Un turno que la empresa sabía que ella necesitaba para pasar más tiempo con su hija que tan sólo tenía 4 años.


El acoso verbal era continuo y la trabajadora comenzó a sentir miedo: “Por las noches, cuando cerrábamos el bar, me quedaba sola con ellos y presentía que me iban a hacer daño. Hice partícipes de esta angustia a dos matrimonios, clientes de muchísima confianza, por si algún día yo tenía 'un accidente' o desaparecía sin dejar rastro” explica Mª José.


Aparecen los impagos y se agudiza el acoso


Al poco tiempo, la bajada de la clientela empezó a notarse en la caja. Se acumulaban impagos a los proveedores y a mediados de abril del 2009, los trabajadores no habían cobrado las nóminas de marzo. Mª José solicitó su salario a la empresa argumentando que no tenía dinero para afrontar sus pagos. La respuesta de la dueña, en tono de desprecio, fue 'ese no es mi problema. Tú sabrás en qué te gastas el dinero'. El domingo 19 de abril, la dueña le impidió la salida del bar a la hora habitual de los domingos, que era a las doce de la noche. Le obligó a volver a ponerse el uniforme bajo amenazas de despido, cerró la puerta del bar y la tuvo encerrada en contra de su voluntad detrás de la barra durante una hora. A la una de la madrugada entró en el bar contiguo y relató lo sucedido a los dueños con quién mantenía una relación de años.


La situación se hizo insostenible. 'Las amenazas de ponernos faltas por todo eran constantes'. Toda esta tensión empezó a minar la salud de María José: “no podía dormir, mi carácter se volvió irascible e irritable sobre todo con mi marido y mi hija y noté que mi paciencia y mi trato con los clientes se tornó más serio” explica la trabajadora. Para colmo, el jefe intentó pagarle la nómina de abril a finales de mayo con un talón sin fondos.


Por esa fecha, El 1 de junio de 2009 tras más de un mes sin poder dormir y con distinta sintomatología de angustia, el médico de cabecera le prescribe a Mª José una baja por ansiedad y empieza su particular calvario para demostrar que todas las agresiones verbales y físicas recibidas en su trabajo eran ciertas.


Nadie la creyó hasta que la agredieron


A mediados de junio, María José acudió a la inspección médica de Mutualia y, para su sorpresa, la doctora que le atendió le dijo: 'si no te gusta tu trabajo, márchate y busca otra cosa' ¡Me hablaba con el mismo tono y expresión que mi jefe! recuerda Mª José Madrazo. La trabajadora acudió a CCOO de Euskadi que recurrió ante el INSS para que declarasen su baja como accidente laboral por acoso. Adjuntó las declaraciones de clientes que eran conocedores de su miedo a ser agredida. El 14 de agosto recibió respuesta de los servicios jurídicos del INSS denegando su solicitud porque 'no se ha acreditado que la sintomatología provocada por la patología que motiva la incapacidad temporal tenga una relación de causalidad con el trabajo'. Así que el 16 de agosto recibió el alta médica y vuelve al trabajo en un ambiente irrespirable.


La trabajadora se encuentra con sus compañeros que no han cobrado las nóminas de junio y julio ni la paga extra de verano. Maria José estaba convencida de la imposibilidad de cobrar un solo euro en esa empresa, pero tenía que aguantar hasta que saliera el juicio por las cantidades reclamadas para no perder sus derechos laborales.


El 4 de septiembre de 2009, tan sólo quince días después de su incorporación, el dueño del bar le obliga a alargar su jornada porque otro camarero llega tarde. Ella llevaba desde las 8 de la mañana sin parar y eran las cuatro de la tarde y le dice a su jefe que se tenía que ir y que la responsabilidad de que un empleado llegue tarde es de los jefes, así que le sugería que atendiese él la barra, pero no lo hizo. Unos minutos más tarde, cuando su compañero llegó, el dueño entró con él y le acompañó a la puerta de la bodega donde se cambiaban de ropa. En este lugar, oculto por una enorme columna, se encuentra la barra abatible por la que los camareros entran y salen para recoger las mesas. La barra estaba cerrada sobre el mostrador fijo y el dueño del bar y la trabajadora estaban discutiendo: “Le dije que estaba muy harta de trabajar gratis –recuerda Maria José- y él se abalanzó hacia mí con una expresión de odio y agresividad siempre apretando los dientes por encima de la barra y me dijo: 'pues si no te gusta, ahora mismo entramos en la oficina y me firmas tu renuncia', a lo que yo le respondí que no pensaba renunciar y perder mis derechos, que es lo que él quería. Si quieres librarte de mí, me despides y me pagas mi indemnización' afirmó María José. Al mismo tiempo, yo le estaba haciendo sobre la barra un gesto golpeando el dedo índice de la mano derecha reforzando la idea de pagarme, algo que debió de darle mucha rabia porque abrió la tabla, la volvió a cerrar sobre el mostrador fijo para atrapar mi dedo y, sabiendo que mi dedo ya estaba atrapado, le pegó un puñetazo a la tabla con toda su alma para hacerme más daño, amputándome la última falange de inmediato. Todo esto sucedió en cuestión de segundos, y recuerdo el terror al ver un trozo de mi dedo colgando de un hilo de piel”.


Después de todo…debía volver al trabajo


La trabajadora escapó de allí histérica y corrió a pedir ayuda al bar vecino, una clienta le recogió la parte del dedo amputada con una gasa y se la unió al resto del dedo intentando parar la hemorragia. Entró en estado de shock en las urgencias de la clínica y solicitó a un enfermero que le dejara un teléfono para llamar a su hermana, quien de inmediato, llamó a la Ertzantza. 'Aquella era la crónica de una agresión anunciada –recuerda Mª José- porque yo ya había denunciado el acoso laboral y nadie me creyó”.


Gracias al interés que los médicos de Mutualia se tomaron en el caso, Mª José fue trasladada a una clínica de Santander, especializada en cirugía de la mano. Le realizaron una complicada intervención de microcirugía que se prolongó durante muchas horas. “Durante la operación referí en todo momento que mi jefe me había atacado, ya que al anestesista le resultó imposible poder sedarme” explica Mª José Madrazo.


Tras un ingreso de 6 días en esta clínica padeciendo espantosos dolores y con el sufrimiento de poder perder la última falange del dedo (hay una cadencia de varias días para saber si ha tenido éxito la operación), Mª José fue dada de alta hospitalaria del 10 de septiembre y trasladada a Bilbao en taxi por Mutualia, que ya había calificado su baja como 'accidente laboral'.


Ese mismo día formalizó una denuncia contra su jefe en la comisaría de la Ertzantza de Deusto. El agente que me recogió la denuncia me refirió la complejidad de mi caso debido a la ausencia de testigos, razón por la cual ese individuo no pudo ser detenido de inmediato. Inició un proceso penal contra su agresor en el juzgado de instrucción número 8 de Bilbao. Lejos de superar su angustia, su estado de nervios se agravó porque a pesar de haber sido agredida y haber estado tres meses de baja para recuperarse de la operación quirúrgica, la ley le obligaba a reincorporarse a su puesto de trabajo so pena de perder todos los derechos laborales (paro, indemnización, etc…) adquiridos tras doce años cotizando.


Mª José acudió a Mutualia en Ercilla con el alta del cirujano y le explicó al médico de guardia toda su historia: 'Si usted me da el alta, me está firmando mi sentencia de muerte' le explicó Maria José al médico de la mutua. El médico de guardia, se entrevistó con el director médico de Mutualia y decidieron dilatar mi baja por daños psicológicos. Nunca podré olvidar a este doctor que me dijo: 'yo no pienso asumir la responsabilidad de enviarte al matadero' explica Mª José Madrazo visiblemente emocionada. El cierre del bar en el que Mª José trabajaba era inminente porque estaban rodeados por los impagos por lo que Mª José se comprometió a solicitar el alta voluntaria en cuanto se produjera el cierre del negocio, ya que la situación de peligro desaparecía. “Ya que la ley no me protegía, tuvieron que ser los médicos de la mutua los que se hicieran cargo de mi seguridad, algo que les agradeceré toda mi vida y que nunca olvidaré” explica Mª José.


El proceso penal y la condena


La instrucción del caso se dilató más de un año porque cuando fue convocado a declarar, el agresor estaba en paradero desconocido. Finalmente, gracias a la constancia de su abogada y a un golpe de suerte, el individuo pudo ser localizado y prestó declaración en los juzgados de Eibar después de que la Policía Municipal de esta localidad localizara a su ex-mujer y la interrogaran. María José solicitó orden de alejamiento, pero se la denegaron porque 'el bar estaba lejos de su casa, en Deusto, y él también vivía en aquella época en Deusto'. María José seguía asustada: “Era mi jefe y por tanto conocía mi domicilio. Yo tenía miedo de encontrármelo merodeando por mi casa ¿Por qué a mí no se me reconocía como víctima de violencia machista?” se preguntaba la trabajadora.


Finalmente, el juicio tuvo lugar en la Audiencia provincial de Bizkaia hace un año, el 8 de marzo del 2011. La fiscalía pedía para el agresor cuatro años de cárcel más una indemnización. Montse Pérez, la abogada de María José explica la impresionante declaración de su defendida: “el juicio fue durísimo y el caso era muy difícil. Yo misma no le dí a María José muchas esperanzas cuando acudió a mi en un primer momento, pero la veracidad de sus palabras era extremadamente convincente. Se trata de una mujer muy valiente y muy veraz. Además todos pudimos comprobar en la declaración del acusado y su socia, el odio que sentían hacia María José, aún después de todo el tiempo transcurrido. En ningún momento se observaba un atisbo de arrepentimiento. La sala estimó el dolo y emitió sentencia condenatoria”.


El agresor fue condenado a tres años de cárcel por la audiencia pero recurrió en casación al Tribunal Supremo. El Tribunal Supremo no admitió el recurso y el día 6 de marzo de 2012, la Audiencia de Bizkaia ha ordenado la inmediata entrada en prisión del ya condenado. Sin embargo, el agresor todavía no ha entrado en prisión porque ha solicitado el indulto al Ministerio del Interior y el aplazamiento del ingreso en prisión hasta que el Ministerio resuelva.


“Desde la defensa nos hemos negado a este aplazamiento porque esta persona ya se ha fugado una vez, ahora ha de pronunciarse también el ministerio fiscal y la audiencia deberá resolver si lo acepta o no” explica Montse Pérez, abogada de la víctima.


La realidad es que en estos momentos la víctima de la agresión tiene todavía motivos para estar asustada: “He denunciado públicamente mi caso porque no quiero que ninguna mujer vuelva a pasar por donde yo he pasado, y los medios de comunicación se han hecho mucho eco. Ahora me encuentro con que todavía podría cruzarme por la calle con mi agresor y que nadie ha dictado una orden de alejamiento para protegerme. Es increíble” explica Mª José Madrazo.


La lucha sindical continúa


Mª José Madrazo ha estado todo el tiempo respaldada por CCOO de Euskadi que fue la única organización que antes de que se produjera la agresión dio crédito a la trabajadora y a su relato. La lucha sindical todavía continúa.


Jesús Uzkudun, secretario de Salud Laboral de CCOO-Euskadi y Feli Piedra, secretaria de la Mujer de CCOO-Euskadi, han empezado una campaña para reclamar la modificación del artículo 50 del Estatuto de los Trabajadores, para que se pueda solicitar la rescisión del contrato con todos los derechos (desempleo, etc.) como alejamiento del empresario agresor.


La abogada de Mª José Madrazo, Montse Pérez, considera que se trata de un tema que necesita, sin lugar a dudas, una modificación de la legislación: “debemos sentarnos a pensar qué paquete de medidas cautelares se tienen que exigir y con qué fuerza probatoria para que las trabajadoras y trabajadores que son agredidos en el entorno laboral y que inician un proceso penal puedan evitar el contacto con el agresor durante todo el proceso judicial sin perder por ello sus derechos sociales”. “Es complejo- explica Montse Pérez- porque hay que prever que esas medidas cautelares no se vuelvan contra el trabajador en caso de sentencia desestimatoria y porque debería ser la empresa quien cubriera su coste, pero que sea complejo no quiere decir que debamos abandonar porque no se puede obligar a una persona a volver a su puesto de trabajo si allí está su agresor”.


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