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domingo, 27 de febrero de 2011

Reducir el límite de velocidad bajará también las emisiones de gases de efecto invernadero

El factor ambiental del anuncio del Gobierno
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Pedro Cáceres @ 26-02-2011 02:43

[Fotonoticia]
Madrid.- Un argumento para bajar la velocidad es luchar contra el cambio climático y la contaminación, pero el Gobierno apenas lo menciona.
He aquí un anuncio que no dejará indiferente a nadie. Habrá ruido, debate, voces a favor y en contra y poca reflexión. Durante unos días, o unas cuantas horas - porque en los tiempos que corren los asuntos son cada vez más perecederos-, no se hablará de otra cosa que de la velocidad recomendable para circular en autovías. Luego pasaremos a otra nueva obsesión y habremos perdido la oportunidad de tener un debate social sobre cómo usar nuestras carreteras en beneficio de todos.
El anuncio del Gobierno de limitar a 110 kilómetros hora la velocidad máxima en autovías ha generado ya críticas feroces y, sin embargo, es digno de tener en cuenta. Y no sólo por el ahorro de combustible que puede conseguirse, como lo ha publicitado el Ejecutivo, sino por otros factores añadidos de suma importancia, como son los ambientales. Bajar la velocidad reducirá la contaminación atmosférica y los gases de efecto invernadero que generan el cambio climático.
Poco se está hablando de ello, y es curioso, pues en realidad debería ser la parte más importante del discurso, teniendo como tenemos de polucionado el aire de nuestras áreas urbanas por el humo de nuestros coches y siendo como es el calentamiento global una de las emergencias urgentes para el bienestar de nuestra sociedad.
Es muy significativo que el gobierno haya anunciado esta decisión justo cuando las revueltas en los países árabes amenazan el suministro de petróleo. Se trata por tanto de un movimiento de reacción ante la emergencia, una respuesta táctica motivada por el miedo al desabastecimiento. Por consiguiente, no es un movimiento de anticipación surgido de un análisis de los efectos a largo plazo del consumo de combustibles fósiles ni una salida estratégica a los problemas del CO2, la contaminación y el cambio climático. Ha hablado el responsable de Tráfico, no el de Medio Ambiente.
Está claro que no es una medida tomada con criterios de sostenibilidad ambiental, o no lo parece. Y es llamativo que el Gobierno no haya insistido en esos elementos verdes, cuando son precisamente esos matices verdes lo que constituyen el núcleo del debate en nuestros días: el fin de la era del petróleo y la transición a una economía baja en carbono.
Al cambiar las normas de tráfico para reducir el consumo de combustible el Gobierno adopta medidas propias del siglo XXI, pero las presenta con la estética y el discurso del siglo XX. El anuncio parece sacado de 1973 y otras crisis del petróleo.
Y esto es seguramente lo que solivianta a amplias áreas de una sociedad que, tras años de sacralización del consumo hiperbéreo y la desrregulación, tienen tan instalada en la mente la idea de que todo consumo es posible y ninguna restricción necesaria, que les resulta imposible que alguien o algo les pueda obligar a ajustarse el cinturón de algún modo o por algún motivo. Aunque el motivo sea algo tan infranqueable como el hecho de que nos estamos quedando sin petróleo. Y aunque el razonamiento sobre la necesidad de tener regulaciones parta de la misma base de la civilidad: la sociedad pacta normas de convivencia y de administración de los intereses públicos; carecer de ellas no es liberalismo, sino egoísmo anárquico.

Reacciones ecologistas

Los argumentos verdes para justificar la reducción del límite de velocidad son numerosos.
Según Ecologistas en Acción, frenar el despilfarro energético pasa por reducir las velocidades a las que se circula, ya que la máxima eficiencia energética de los automóviles se encuentra en torno a los 90 km/h.
De hecho, la organización ecologista lleva años reclamando que los límites de velocidad se reduzcan a 100 km/h en autopistas y autovías; 80-90 en carretera; que efectivamente se cumpla el límite de 50 km/h en grandes avenidas urbanas; y 30 km/h en zonas residenciales.
Al tiempo que se reduce el consumo de petróleo, creen en Ecologistas en Acción, disminuyen también las emisiones de gases causantes del cambio climático. Por otro lado, junto al dióxido de carbono, de los tubos de escape salen gases y partículas que perjudican la salud, y se reducirían también con estas disminuciones de velocidad como se ha comprobado con numerosas experiencias, sostienen los ecologistas.
Paco Segura, portavoz de Ecologistas en Acción, añade: "Además, se reducirían también los niveles de ruido en nuestras zonas metropolitanas. Y, por último, y no menos importante, disminuiría tanto la siniestralidad como la gravedad de los accidentes, que son proporcionales en número y magnitud a la velocidad de circulación".
Para Greenpeace, bajar la velocidad máxima a 110 por hora es bueno, pero no suficiente. Greenpeace lamenta que el cambio sea "provisional" ya que su abandono supondrá, en su opinión, un nuevo aumento de la demanda de petróleo. La organización ecologista insta al Gobierno a no perder la oportunidad de establecer medidas "estructurales de largo plazo" para reducir el consumo de petróleo. La responsable de la campaña de transporte de Greenpeace, Sara Pizzinato, considera que el plan "no es suficiente" para alcanzar un futuro cien por cien renovable ni para salir de un consumo "desaforado de los combustibles fósiles".
Por su parte, el secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo, en declaraciones a Europa Press, ha señalado que "cuando se quiere tomar medidas, se puede", y el hecho de que estas medidas sean transitorias "lo demuestra".
En su opinión, es "una pena" que aunque las organizaciones ecologistas llevan pidiendo este tipo de medidas desde hace años, se tomen a raíz de una crisis en los países productores de petróleo y que en este caso las medidas se tomen por motivos "políticos o recaudatorios".
Son "medidas interesantes si son permanentes, y al ser transitorias, demuestra que no estas cuestiones no son intocables", ha añadido.
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