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sábado, 22 de mayo de 2010

Las corrientes podrían extender el vertido de crudo de BP hasta Europa

Anna Grau | NUEVA YORK| Miércoles , 19-05-10 10:59


Masiva aparición de tortugas y delfines muertos en las costas de Luisiana.

El crudo que desde finales de abril sigue manando frente a las costas de Luisiana amenaza ahora las de Florida. Si el petróleo entra en la espiral de la corriente del Golfo, la marea negra puede no sólo estrellarse con toda su fuerza contra Florida (muy cerca de Cuba) sino esparcirse por toda la Costa Este de Estados Unidos, y penetrar Atlántico adentro. En el peor de los casos podría llegar a verse arrastrada hasta Europa, así sea de una forma muy diluida.
Pasan las semanas y la dimensión exacta de esta tragedia sigue siendo una incógnita. A día de hoy la petrolera British Petroleum (BP) y los optimistas mantienen que el pozo reventado bombea al mar el equivalente de 5.000 barriles al día, que habrían bajado a 4.000 después de que BP lograra insertar una tubería de emergencia. Pero hay quien habla de que el vertido real es más de diez veces mayor, no menos de 70.000 barriles al día.
En las costas de Florida ya se avistan bolas de petróleo que por de pronto hay que investigar si proceden de este vertido o de otros anteriores, más pequeños y controlados. Tales bolas no son un elemento tan anómalo en el paisaje. Sí ha chocado en cambio la masiva aparición de tortugas muertas en las playas de Luisiana, 156 en total, más una docena de delfines. Esta es la estación en que afloran a la superficie las tortugas moribundas y enfermas. Pero de todos modos están en marcha las necropsias. La masiva mortalidad animal podría deberse incluso a efectos secundarios desconocidos de los dispersantes químicos que BP usa para mantener los miles de litros de petróleo derramado pegados -por ahora- al fondo marino.
«Lapsus» de vigilancia
Y mientras los animales se mueren y los pescadores y habitantes de las zonas afectadas se preguntan qué van a comer, las petroleras y empresas adyacentes se echan las culpas unas a otras, nadie quiere asumir el cien por cien de responsabilidad y el Senado y el presidente Obama montan en cólera.
El responsable de Interior de la Casa Blanca, Ken Salazar, admitió ayer que ha habido «lapsus» de vigilancia de las petroleras, algo de lo que a estas alturas ya nadie duda.
Por si faltaban motivos, el hasta ahora responsable de vigilar estas perforaciones dimitió de forma fulminante ante las críticas de Barack Obama y el anuncio de que se investigarán compadreos entre supervisores y supervisados. «En lo sucesivo no sólo confiaremos, también verificaremos», advierte el gobierno de Estados Unidos. Lo que nadie se explica es que hayan tardado tanto



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