Llegó la hora de innovar para insertar adecuadamente las actividades mineras en el territorio.
Se podría partir de reconocer que no es posible prescindir de la minería. Un ‘no’ a la minería como punto final es parte de un ‘negacionismo’ insostenible.
Los consumidores podrán escoger si quieren o no oro o productos con coltán, mientras el mercado sigue ejerciendo su fuerza.
Es urgente un debate sobre cómo y cuándo acoger la minería.
Hay sociedades que en ciertas circunstancias han preferido prescindir de la minería, cuando pone en riesgo valores, formas de vida y opciones de desarrollo. Esto habrá que respetarlo.
Pero la proliferación del conflicto socio-ambiental demuestra que hoy los mecanismos de toma de decisiones podrán ser legales, pero son insuficientes.
Un minería trasparente requiere nuevas formas de democracia participativa.
Con todo, mientras los beneficios de la minería estén en duda, no habrá espacio para discutir los impactos y perjuicios inevitables, porque la minería limpia no existe.
Los beneficios, más que hipótesis macroeconómicas, en ocasiones en duda por la llamada enfermedad holandesa, deben estar probados para comunidades, municipios y regiones.
La pobreza de las regiones mineras tiene más potencial político para detener el sector. Pero las cuentas deben ser integrales, incluyendo regalías, beneficios tributarios e incluso resultados de las demandas en contra de la Nación. La minería no se separa nítidamente entre buena y mala cuando es legal o no. La hay informal inocua y legal nefasta.
En muchas ocasiones ambas fluyen hacia el mismo mercado, por lo que esta diferenciación es insuficiente para las políticas. Ambas manifestaciones de la minería requieren con urgencia un ajuste económico, social y ambiental.
En este sentido, es claro que la minería no es un sector más, sino un tema estratégico que tiene posibilidades de transformar un país, para bien o para mal.
¡Pero atención!, no basta con calificarla de sostenible, pues se trata de recursos extinguibles cuya extracción produce inevitablemente impactos ambientales, algunos irreversibles.
No se trata solo de un balance entre costos y beneficios, sino de dilemas sociales y soluciones de compromiso.
Por eso, más que sostenible, la minería debe ser responsable, atendiendo aspectos no incluidos en la ley para los que hay evidencia de riesgos sociales y ambientales.
Aun así, sus efectos positivos o negativos deben mirarse en el largo plazo, pues hay pasivos mineros que pueden durar siglos, además de acarrear cambios inesperados y no controlables.
Así que, más que responsable, la minería debe ser prudente, con la sociedad y su territorio. En fin, la evidencia ya mostró que en este sector no es suficiente la confianza inversionista, antes que el país recobre la confianza en los inversionistas.
La minería prudente debe armonizarse con los deseos de la sociedad involucrada.
Más que prudente, la minería debe ser legítima y ganar una licencia social. Este último concepto no es del ambientalismo, sino del International Finance Corporation. Largo camino por recorrer.
Germán I. Andrade
Profesor Asociado, F. de Administración, U. de los Andes.
____________
http://www.portafolio.co/columnistas/mineria-una-licencia-social
____________
http://www.portafolio.co/columnistas/mineria-una-licencia-social
No hay comentarios:
Publicar un comentario