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jueves, 19 de julio de 2012

Quemarse trabajando...El problema no son las personas

MARÍA MENÉNDEZ
¡Estoy quemada! Esta expresión es el nombre que le estamos dando a las consecuencias de estar expuestos o sometidos a una situación estresante y persistente en el trabajo. En la década de los 70, la observación y el estudio de ocupaciones asistenciales, o en contacto constante y directo con usuarios de un servicio (personal sanitario, docente, de servicios sociales, policía), llevó a un grupo de investigadores a definir el 'síndrome de burnout o de desgaste profesional'

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Christina Maslach, probablemente la persona que más ha investigado este tema, describe el burnout como un proceso que transcurre y se desarrolla por etapas. Lo primero que aparece es un agotamiento psíquico debido a las demandas emocionales derivadas del contacto con personas. Para enfrentar este agotamiento el trabajador o la trabajadora se despersonalizan, es decir, desarrollan conductas de distanciamiento y actitudes cínicas respecto a las personas que atienden. Esto les dificulta responder a las demandas de ayuda consustanciales al propio trabajo con lo que se producen sentimientos de insatisfacción por reducción del cumplimiento personal y de la realización profesional, generándose una autoimagen negativa.

Las conclusiones de numerosos estudios han confirmado que las causas del burnout deben buscarse en la organización del trabajo y no en rasgos de la personalidad de las personas que trabajan. En este sentido se ha observado que la tensión generada por el trabajo asistencial o en contacto habitual con personas se ve incrementada por la falta de formación profesional, en situaciones de insuficiente personal o en ausencia de apoyo de otros colegas o superiores

Las consecuencias del proceso de burnout van desde la reducción en la calidad de la atención y cambio de trabajo hasta el desarrollo de problemas psicosomáticos, incluyendo fatiga crónica, dolores de cabeza, trastornos del sueño, úlcera y otros trastornos gastrointestinales, hipertensión, cardiopatía isquémica, dolores musculares y desórdenes menstruales. También genera absentismo laboral, aumento de conducta violenta y de comportamientos de alto riesgo como conducción arriesgada o juegos de azar peligrosos, conductas suicidas, abuso de fármacos y alcohol, conflictos matrimoniales y familiares. Dentro de los síntomas emocionales destaca el distanciamiento afectivo, la impaciencia e irritabilidad y los recelos de llegar a convertirse en una persona poco estimada que pueden degenerar en desconfianza y actitudes defensivas.
Afortunadamente, en los últimos años la expresión 'estar quemado', además de ser un comentario entre compañeros y compañeras de trabajo, ha pasado al espacio de los medios de comunicación, de los congresos e incluso ha llegado al terreno jurídico. Una sentencia del Tribunal de Justicia del País Vasco reconoció en 1999 que el síndrome de burnout causado por el estrés en el trabajo debe ser considerado como accidente laboral.

Las consecuencias y efectos del estrés se dan en el ámbito individual, es decir, nos quemamos de uno en uno, pero si queremos apagar el fuego no basta con enfriarnos individualmente; el foco está fuera y si no lo eliminamos pronto nos envolverán de nuevo sus llamas. El origen del fuego está en las altas demandas del trabajo, en la imposibilidad de participar en decisiones que afectan a mi trabajo o al de toda mi unidad, servicio o departamento, en no sentirnos justamente tratados o tratadas, en la incertidumbre, en las malas relaciones entre compañeros y compañeras, en la falta de apoyo y respeto por parte de los superiores, en el horario o en el tipo de jornada laboral...

No es aceptable una intervención que vaya dirigida sólo al individuo -algo que por desgracia están ofreciendo algunos 'consulting' y servicios de prevención-, simplemente se trata de aplicar también aquí el principio básico de la acción preventiva que recoge la Ley de Prevención de Riesgos Laborales: eliminar el riesgo en el origen.
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