- Una obra faraónica desviará parte del caudal del río Yangtzé al norte del país.
- El proyecto obligará a desplazar a unas 400.000 personas de sus hogares.
- Pretende trasvasar 44.800 millones de metros cúbicos de agua al año
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Actualizado lunes 16/03/2009 09:50 horas
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Incluso para un país acostumbrado a las obras faraónicas, el proyecto para desviar parte del caudal del río Yangtzé a las sedientas ciudades del norte de China será el más ambicioso de todos cuantos se han acometido hasta la fecha. Tanto en volumen, pues se trata de proporcionar 44.800 millones de metros cúbicos anuales de agua a 400 millones de habitantes, como en coste: tres veces el precio de la Presa de las Tres Gargantas, el anterior hito de China en ingeniería hidráulica. Eso, sin incluir la factura social, los cerca de 400.000 personas que serán deshauciadas en nombre del progreso.
Pero si grandes son las ambiciones, colosal también es el problema que éstas tratan de solucionar. Según los cálculos del gobierno, los recursos hídricos del país habrán llegado a su límite para 2030. Parte del problema es el cambio climático, que está provocando la reducción de los glaciares en la meseta tibetana a ritmos nunca antes vistos y que amenaza con secar la fuente de los principales ríos de Asia.
Pero la escasez de agua no es nueva para China, que debe dar de beber a una quinta parte de la población mundial con sólo el 7% de las reservas hídricas globales. El país se ha embarcado, además, en un viaje frenético al desarrollo que demanda aún más agua y recursos naturales.
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Acuíferos agotados
Y también es un problema de reparto. Mao Zedong se percató de este punto en 1951 cuando ya sugirió el proyecto: «El sur tiene mucha agua, el norte poca. Estaría bien que el sur prestase una poca», señaló el fundador de la nueva China. Sus planes quedaron aparcados por irrealizables, pero las siguientes décadas acumularían razones para llevarlos adelante.
Industrialización e urbanización, dos fenómenos relacionados, han terminado por agotar los acuíferos subterráneos del norte, mientras que las aguas de todo el país se iban ensuciando con los desechos sin tratar de ciudades y fábricas o el uso y abuso de fertilizantes en la agricultura. En la actualidad, 600 millones de chinos no tienen acceso a agua potable no contaminada.
Medio siglo después de Mao, Pekín desenterró el proyecto. Lo que el Gran Timonel había esbozado tomó nombre en 2002, Proyecto de Trasvase de Aguas de Sur a Norte, y también forma: tres rutas que atraviesan los sistemas de cuatro ríos para nutrirse del Yangtzé.
La ruta oriental tomará agua del curso bajo; la central, de un afluente, el río Han; y la occidental irá en busca del líquido elemento hasta la cabecera, en la meseta tibetana. Costará 62.000 millones de dólares y, si se completa en su totalidad, para 2050 podría estar inyectando 44.800 millones de metros cúbicos anuales a una treintena de sedientas ciudades.
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Críticas de ecologistas
Parte de la sección central entró en funcionamiento justo antes de las Olimpiadas, llevando agua a la capital desde la provincia vecina de Hebei. La ruta oriental, que se prevé terminar para 2014, aprovechará el diseño del Gran Canal Imperial, un intrincado sistema de canales construidos en el siglo VI y que conectaron río Amarillo y Yangtzé a lo largo de 1.770 kilómetros navegables. Pero la occidental, que proyecta tres grandes presas en el altiplano centroasiático, sigue en el aire, en parte por las pegas que han expresado los ecologistas.
Los críticos destacan los problemas que conlleva transportar agua a lo largo de uno de los lugares más contaminados del planeta. Dai Qing, una conocida escritora y activista medioambiental, señala además que el sur del país no está sobrado de agua, y que la ruta central está provocando el traslado de miles de personas en tres provincias que no se verán beneficiadas por mucho que necesiten el agua.
«¿Cómo puede pasar el agua por delante de sus narices sin poderla utilizar para que se emplee en los campos de golf de Pekín?», se pregunta Dai.
La agricultura emplea dos terceras partes de los recursos hídricos del país. Pero de este volumen de agua, sólo el 46% llega a los campos, según un estudio oficial. En países desarrollados, la cifra es de entre un 70 y un 80%, algo que hace pensar que, mientras el agua se vaya por cañerías en mal estado y un sistema de irrigación obsoleto, el trasvase tampoco será suficiente para solucionar la sequía crónica de China.
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