- La producción de biocombustibles creció más del triple entre 2000 y 2007.
- El informe señala que los beneficios dependen de cómo se produzca el carburante
MADRID.- En el último año, los sustitutos vegetales de los combustibles fósiles han estado más que reñidos con la seguridad alimentaria. Después de la grave crisis mundial de los alimentos ocurrida este año, los biocombustibles han sido héroes y villanos del medio ambiente y de la agricultura, respectivamente.
Han sido criticados por quienes los señalaban como parte del aumento de precio de los alimentos básicos en todo el mundo. Y también han sido aplaudidos por el ahorro de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera que suponen. Pero apenas ha habido posturas intermedias y ningún organismo oficial ha cogido el toro por los cuernos y ha explicado bien cuál es la situación real de los biocombustibles, qué beneficios tiene y cuáles son sus desventajas.
Ahora, el informe anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) se ha atrevido con esa difícil tarea.
"Los biocombustibles ofrecen oportunidades pero también plantean riesgos. El resultado dependerá del contexto específico del país y de las políticas adoptadas", dijo Jacques Diouf, Director General de la FAO.
Y, precisamente, ésa es la tónica general de la publicación 'El estado mundial de la agricultura y la alimentación'. No hay biocombustibles malos sino malas políticas sobre biocombustibles. El problema es que, sobre todo en los países ricos, son más frecuentes las prácticas agrícolas que favorecen la inseguridad alimentaria que las que hacen lo contrario.
Por ese motivo la FAO pide tras la publicación de su informe anual que se revisen las políticas y las subvenciones a los biocombustibles. La producción de biocombustibles basada en productos agrícolas creció más del triple entre 2000 y 2007. Ahora supone casi el 2% del consumo mundial de combustibles para el transporte. Pero, se espera que este crecimiento continúe, aunque su contribución para la energía del transporte seguirá siendo limitada.
El gran problema en cuanto a la seguridad alimentaria está en los desequilibrios de los mercados agrícolas debido a los productos que antes se destinaban a la alimentación y que ahora sirven para fabricar carburantes. El caso más paradójico es el de Estados Unidos, que servía de granero de maíz a todo el mundo (producía un 60% del maíz que se consumía en el mundo) y ahora destina el 25% de todo lo que produce a los biocombustibles. Este simple movimiento estratégico de un gigante agrícola como EEUU ha alterado el precio de este alimento en todo el mundo y ha provocado que miles de personas de países pobres no tengan acceso a este alimento básico.
Si analizamos la dimensión medioambiental, el balance no siempre es positivo. "Una mayor producción y empleo de biocombustibles no contribuirá necesariamente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero tanto como previamente se había supuesto", revela el informe. Aunque algunas materias primas de los biocombustibles como el azúcar pueden generar unas emisiones de gases de efecto invernadero considerablemente inferiores, no sucede lo mismo con muchas otras.
El mayor impacto de los biocombustibles en las emisiones de gases de efecto invernadero viene determinado por el cambio del uso de la tierra. "Los cambios en el uso de la tierra, por ejemplo la deforestación para satisfacer la creciente demanda de productos agrícolas, son una gran amenaza para la calidad del suelo, la biodiversidad, y las emisiones de gases de efecto invernadero", apuntó Diouf.
La próxima generación de biocombustibles, o combustibles de segunda generación, se encuentra actualmente en desarrollo pero aún no está disponible a nivel comercial. Sin embargo, el informe los señala como una muy buena alternativa que aportaría importantes beneficios a los que ya aportan los actuales biocombustibles.
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