La recuperación de aguas residuales, la desalinización del agua del mar junto a la innovación y la educación son las herramientas para convertir un desierto en un vergel
TEL AVIV, Israel.- Son las 10 y la temperatura ya supera los 46°. El calor del suelo traspasa la suela de los zapatos. El sol es abrasador, no parecen suficiente los gorros, los protectores con factor ultra violeta ni el agua que se consume, de a litros. Así padece la inclemencia de este clima un visitante en el desierto de Neguev, en Israel. Sin embargo, el paisaje no es lo que uno imagina. No hay arena ni camellos. Por el contrario hay mucho verde: sandías maduras para compartir; granadas, la fruta de moda en Rusia; papas; especias y unos frondosos almendros.
De la mano de la tecnología y la innovación las cooperativas de granjeros que hoy viven en el desierto pueden sembrar y cosechar frutas y verduras que se exportan a Europa y Asia. No sacaron el agua de las piedras, la obtuvieron de las aguas residuales. Se trata de aguas que se utilizan en la cocina, baños, ducha, plantas industriales y comercios. Inmensas tuberías de más de dos metros de diámetro recolectan las aguas residuales de las ciudades de todo el país y las conectan con distintas plantas de tratamiento. Las de Tel Aviv y el área metropolitana, que juntas suman más de 120 kilómetros, recolectan los residuos de unos 2,5 millones de personas, desembocan en la planta de tratamiento más grande de Medio Oriente, Shafdan.
El 91% del agua residual de todo Israel se reutiliza. Después de pasar por procesos de filtrados y limpieza, pasa por un último paso: es inyectada en un acuífero natural para la última filtración. De allí es extraída y distribuida principalmente hacia poblaciones en el sur, hacia el desierto de Neguev. Los residuos orgánicos también se convierten en fertilizantes gratuitos para los agricultores y, el gas que produce en el proceso abastecerá a toda la planta de energía para el año próximo.
Es que el agua es uno de los problemas centrales que Israel debe resolver diariamente. Shafdan fue construida en 1987, pero se sumaron otras que permiten proveer a los agricultores. Casi el 60% del líquido que se usa en el país está destinado a la actividad.
La falta de agua, el problema a resolver
Pero no sólo la falta de agua aparece en el medio del desierto. Hace poco más de 10 años una fuerte sequía golpeó la zona y provocó un déficit de 2.000 millones de metros cúbicos en tres años. Según la Autoridad del Agua, una agencia que funciona autárquicamente, se financia con la tarifa del agua y es responsable de la ingeniería sanitaria, la demanda de agua potable anual llega a los 1.200 millones de metros cúbicos y se estima que para 2020 llegue a los 1.700 millones y en 2050 a los 2.450 millones de metros cúbicos.
"Cada año se deciden qué obras son necesarias. Se tienen en cuenta los escenarios de cambio climático y se invierte en la sensorización de las tuberías. Es necesario que detectemos las pérdidas de agua para poder repararlas rápidamente", indica Oded Fixler, director general de la Autoridad de Agua israelí. Según los datos oficiales, la pérdida de agua en la distribución alcanza el 5%, en el área metropolitana de Buenos Aires la cifra es cercana al 25 por ciento y en muchos otros países alcanza hasta el 40 por ciento.
Inbal Arieli, vicepresidenta de Start-Up Nation Central, una ONG dedicada a impulsar la innovación, dice que los pocos recursos y una herencia de supervivencia han hecho que Israel se convierta en una de las naciones más innovadoras. Una de cada 2.000 personas tiene una compañía start-up (incipiente o de arranque) y, por número de habitantes, Israel ostenta la tasa más alta de patentes. Uno de los orgullos es el desarrollo del sistema de riego por goteo, hoy presente en casi todo el mundo.
Con un sistema de sensores instalados en las ciudades y que se conjuga con información satelital, las compañías de agua detectan los lugares donde existen fugas y en poco tiempo las sellan. Este delicado sistema también los alerta ante la posibilidad de un eventual atentado en una zona caliente en términos geopolíticos. Cabe recordar que el agua dulce en esa zona proviene del Mar de Galilea y de los acuíferos, que están bajo Cisjordania. Según la Autoridad del Agua, buena parte de ese líquido tiene niveles elevados de contaminantes y por eso se han buscado nuevas fuentes que las sustituyan.
Con la misma insistencia se trabaja en cada uno de los hogares. De lo contrario, el contribuyente paga tarifas altas por esas pérdidas. En ese contexto el desarrollo de membranas y de tecnología sanitaria eficiente es uno de los puntos fuertes de este país. En Israel el consumo del agua no está subsidiado por el Estado. La tarifa está compuesta por un precio mínimo que se paga hasta determinado consumo, que se considera como necesario y básico, por encima de esa demanda los costos aumentan notoriamente. El consumo, promedio, de una familia tipo mensual ronda los 50 dólares.