Por Olga Nedbaeva
El mundo conmemora el martes los 25 años de Chernobyl, la peor catástrofe de la industria nuclear, ocurrida en la Unión Soviética, sin haber evaluado aún todas sus consecuencias y atormentado por nuevos temores tras el accidente en la central japonesa de Fukushima
El 26 de abril de 1986 a las 01H23, el reactor número 4 de la central de Chernobyl estalló durante unas pruebas de seguridad a raíz de un error de manipulación. El estallido levantó la losa superior del reactor, de 2.000 toneladas.
El combustible nuclear ardió más de 10 días y emitió elementos radiactivos de una intensidad equivalente a 200 bombas de Hiroshima, que contaminaron buena parte de Europa, principalmente Ucrania (donde está situada Chernobyl), Rusia y Bielorrusia. Todos esos países, hoy independientes, formaban por entonces parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Para apagar el incendio y limpiar la zona alrededor de la central, la URSS envió en cuatro años a 600.000 "liquidadores" expuestos a fuertes dosis de radiación y con una mínima protección.
El balance de Chernobyl suscita aún hoy polémica tanto por el culto del secretismo y el deficiente seguimiento de las víctimas en los caóticos años 'postsoviéticos', como por la presión del 'lobby' nuclear, reticente a analizar las consecuencias a largo plazo de la catástrofe.
En 2005, varias agencias de la ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaron que 4.000 personas fallecieron como consecuencia de la exposición a la radiación. Una cifra que, según los ecologistas, subestima en gran medida el verdadero impacto de Chernobyl.
El Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR) sólo reconoce la muerte de 31 operadores de la central y de bomberos a causa de los efectos de la radiación e imputa a "diferentes razones" la de otros 19 "liquidadores" fallecidos antes de 2006.
En su último informe de febrero de 2011, el UNSCEAR reconoce en cambio 6.000 casos de cáncer de tiroides, 15 de ellos mortales, provocados por el consumo infantil de leche contaminada. "No hay otras pruebas convincentes" sobre otros posibles efectos, concluyó el comité.
Pero según Greenpeace, al menos 100.000 personas murieron antes de 2005 en Ucrania, Rusia y Bielorrusia como consecuencia de la contaminación radiactiva (cánceres, ataques al sistema inmunitario, enfermedades cardíacas, etc.), declaró a AFP el responsable de esta organización en Rusia, Ivan Blokov.
El reciente accidente en la central japonesa de Fukushima ha reavivado la pesadilla nuclear y ha tenido consecuencias políticas en Occidente, donde la tragedia de Chernobyl favoreció la proliferación de movimientos ecologistas.
En Alemania, la canciller del país, Angela Merkel, ordenó la puesta fuera de servicio de los viejos reactores, pero esa decisión no impidió que su partido cristiano-demócrata perdiera en beneficio de los Verdes la gobernación de la importante región de Baden-Wurtemberg en las elecciones del mes pasado.
"Japón ha demostrado que no ha cambiado nada en 25 años en la comprensión del peligro ni el comportamiento de las autoridades", deploró Blokov.
La URSS, dirigida en el momento del accidente por Mijail Gorbachov, reaccionó en la peor tradición del secretismo, sin reconocer el drama hasta tres días después, cuando Suecia dio la alerta al detectar una nube nuclear sobre su territorio.
El silencio oficial soviético, seguido por las mentiras, contribuyó a la contaminación de cientos de miles de personas y la gestión de la crisis reveló además con toda su crudeza las debilidades del Estado soviético.
"Los fracasos de la propaganda debilitaron al régimen", estima el sociólogo Boris Kagarlitski.
Para el politólogo Dimitri Oreshkin, "Chernobyl fue una punta clavada en el ataúd de la URSS", que acabó por desmembrarse en 1991.
"Ucrania y Bielorrusia se dieron cuenta de que Moscú era capaz de reprimir, pero que no disponía de recursos para ayudarlas. Las élites locales comenzaron entonces a preguntarse sobre la utilidad de un centro de poder de ese tipo".
Mientras varios países occidentales se interrogan de nuevo sobre el futuro del sector nuclear, Ucrania, pobre en recursos energéticos naturales, persiste en esa vía.
Chernobyl no cerró definitivamente hasta diciembre de 2000, tras varios incidentes. En Ucrania continúan funcionando cuatro centrales y un total de 15 reactores.
Además, Moscú y Minsk decidieron recientemente construir una planta nuclear en Bielorrusia.
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